La primera lectura del lunes XVII del Tiempo Ordinario nos recordaba el episodio del «becerro de oro». Se trata de un pasaje muy significativo para comprender en qué consiste propiamente la idolatría.

El becerro de oro

En Ex 32, 1 queda claro la intencionalidad con que se construye el becerro de oro:

becerroAl ver el pueblo que Moisés tardaba en bajar del monte, se reunió en torno a Aarón y le dijo: «Anda, haznos un dios que nos guíe, pues no sabemos qué ha sido de ese Moisés, que nos sacó del país de Egipto.» (Ex 32, 1).

Como puede verse, la intención es clarísima: El pueblo de Israel desea fabricar un dios que los saque adelante. No pretenden hacer una imagen nada más, sino que desean que se les fabrique un dios.

La respuesta de Aarón ante esta petición es significativa en ese sentido:

Aarón les respondió: «Quitad de las orejas los pendientes de oro a vuestras mujeres, hijos e hijas, y traédmelos.» Todo el pueblo se quitó los pendientes de oro de las orejas, y los entregó a Aarón. Él los tomó de sus manos, los fundió en un molde e hizo un becerro de fundición. Entonces ellos exclamaron: «Éste es tu Dios, Israel, el que te ha sacado del país de Egipto*.» (Ex 32, 2-4).

Pues bien, la Biblia continúa diciendo:

«Al día siguiente se levantaron de madrugada y ofrecieron holocaustos y presentaron sacrificios de comunión. El pueblo se sentó a comer y beber, y después se levantó para divertirse.» (Ex 32, 6).

La reacción de Yahvé fue la siguiente:

Yahvé dijo a Moisés: «¡Anda, baja!, porque se ha pervertido tu pueblo, el que sacaste del país de Egipto. Bien pronto se han apartado del camino que yo les había prescrito. Se han hecho un becerro fundido y se han postrado ante él; le han ofrecido sacrificios y han dicho: ‘Éste es tu Dios, Israel, el que te ha sacado del país de Egipto.’» (Ex 32, 7-8).

Una vez más queda de manifiesto que los israelitas no veían solamente una imagen; creían estar en la presencia de un dios.




El profeta Isaías (44, 13-17) describe la idolatría en términos parecidos:

El escultor tallista toma la medida, hace un diseño con el lápiz, trabaja con la gubia, diseña a compás de puntos y le da figura varonil y belleza humana, para que habite en un templo. Corta madera de cedro, escoge un roble o una encina y los deja crecer entre el resto de los árboles del bosque; o planta un pino que la lluvia hace crecer. Y después sirven para que la gente haga fuego. Echan mano de ellos para calentarse; o encienden lumbre para cocer pan; o hacen un dios, al que se adora, un ídolo para inclinarse ante él. Quema uno la mitad, asa carne sobre las brasas y come del asado hasta hartarse. También se calienta y dice: «¡Ah! ¡Cómo me caliento mientras contemplo el resplandor!»; con el resto hace un dios, su ídolo, ante el que se inclina, le adora y le suplica, diciendo: «¡Sálvame, pues tú eres mi dios!». (Is 44, 13-17).

Como puede percibirse, hay una intencionalidad bien concreta: fabricarse un dios, hecho de madera o de oro. Pues bien, en ese dios se pone la propia confianza, lo que constituye propiamente la idolatría.

La serpiente de bronce

La Biblia nos presenta la fabricación de la serpiente de bronce, que tiene características muy distintas a la que acabamos de ver en relación al becerro de oro.serpiente-de-bronce

Se trata también de una imagen, fabricada ahora por Moisés, por una orden expresa de Yahvé. He aquí las circunstancias:

Envió entonces Yahvé contra el pueblo serpientes abrasadoras, que mordían a la gente. Murieron muchos israelitas. El pueblo fue adecir a Moisés: «Hemos pecado por haber hablado contra Yahvé y contra ti. Intercede ante Yahvé para que aparte de nosotros las serpientes.» Moisés intercedió por el pueblo. Dijo Yahvé a Moisés: «Hazte una serpiente abrasadora y ponla sobre un mástil. Todo el que haya sido mordido y la mire, vivirá.» Moisés fabricó una serpiente de bronce y la puso en un mástil. Y cuando una serpiente mordía a un hombre, si éste miraba la serpiente de bronce, quedaba con vida. (Nm 21, 6-9).

El libro de la Sabiduría (16, 5-7) puede ayudarnos a entender la diferencia entre un ídolo, es decir, un falso dios, y una imagen.

Al hacer referencia al episodio de la serpiente de bronce, el autor sagrado dice lo siguiente:

Incluso cuando les sobrevino la furia terrible de las fieras y perecían mordidos por serpientes sinuosas, tu cólera no duró hasta el final. Como escarmiento, se vieron molestados por poco tiempo, pues tenían un signo de salvación para recordar los mandamientos de tu Ley; y el que lo miraba se curaba, no por lo que contemplaba, sino por ti, salvador de todos (Sb 16, 5-7).

Un ídolo es un falso dios; la imagen es un signo de salvación que tiene como finalidad recordar los mandamientos de la Ley de Dios. Por eso Dios mismo mandó construir imágenes. Es el caso, por ejemplo, del Arca de la Alianza y de los querubines de oro, construidos por Moisés, también por una orden expresa de Yahvé.

El Arca de la Alianza y los dos querubines de oro

En efecto, así dice a este propósito Ex 25:

arca-alianza-miami«Yahvé habló así a Moisés». (…). Harás un arca de madera de acacia de dos codos y medio de largo* , codo y medio de ancho y codo y medio de alto. La revestirás de oro puro, por dentro y por fuera; y además pondrás en su derredor una moldura de oro. (…) Harás, además, dos querubines* de oro macizo, que ocuparán los dos extremos del propiciatorio: el primer querubín irá en un extremo y el segundo en el otro. Los querubines formarán un cuerpo con el propiciatorio, en sus dos extremos. Estarán con las alas extendidas, cubriendo con ellas el propiciatorio, uno frente al otro, con las caras vueltas hacia el propiciatorio. Pondrás el propiciatorio encima del arca; y meterás dentro del arca el Testimonio que yo te daré. Allí me encontraré contigo; desde encima del propiciatorio, de en medio de los dos querubines colocados sobre el arca del Testimonio, te comunicaré todo lo que haya de ordenarte para los israelitas. (Ex 25, 1. 10-11.18-22).

Como bien sabemos, los querubines son ángeles. Por eso es fácil comprender que, precisamente «de en medio de los dos querubines» Yahvé comunique a Moisés todo lo que desea expresar a los israelitas.

Pues bien, el Arca de la Alianza, de la cual forman parte integrante los querubines de oro, era venerada por los israelitas, incluyendo el Rey David: la llevaban en procesión, ofrecían sacrificios, cantaban y danzaban delante del Arca de la Alianza, sin incurrir en pecado de idolatría.

David reunió de nuevo a todo lo mejor de Israel: treinta mil hombres. David se puso en marcha, con toda la gente que le acompañaba, hacia Baalá de Judá, con intención de transportar desde allí el arca de Dios sobre la que se invoca un nombre, el nombre de Yahvé Sebaot que se sienta sobre los querubines. Cargaron el arca de Dios en una carreta nueva y la llevaron de la casa de Abinadab, que está en la loma. Uzá y Ajió, hijos de Abinadab, conducían la carreta con el arca de Dios. Uzá caminaba al lado del arca de Dios y Ajió iba delante de ella. David y todos los israelitas iban bailando delante de Yahvé con todas sus fuerzas, cantando con cítaras, arpas, adufes, sistros y cimbalillos. (2Sam 6, 1-5).

 

Llegó esta noticia al rey David: «Yahvé ha bendecido la casa de Obededón y todas sus cosas a causa del arca de Dios.» Entonces David hizo subir el arca de Dios de casa de Obededón a la Ciudad de David, con gran alborozo. Cada seis pasos que avanzaban los portadores del arca de Yahvé, sacrificaba un buey y un carnero cebado. David danzaba girando con todas sus fuerzas delante de Yahvé, ceñido de un efod de lino. David y todos los israelitas transportaban el arca de Yahvé entre clamores y resonar de cuernos. (2Sam 6, 12-15).

También Josué se postró y oró delante del Arca de la Alianza, junto con los ancianos del pueblo de Israel, sin incurrir por ello en el pecado de idolatría:

Josué desgarró sus vestidos, se postró rostro en tierra delante del arca de Yahvé hasta la tarde, junto con los ancianos de Israel, y todos esparcieron polvo sobre sus cabezas. Dijo Josué: «¡Ah, Señor Yahvé! ¿Por qué has hecho pasar el Jordán a este pueblo, para entregarnos en manos de los amorreos y destruirnos? ¡Ojalá nos hubiésemos empeñado en establecernos al otro lado del Jordán! (Jos 7, 6-7).

A manera de conclusión

Falta aún mucho que decir, pero una lectura atenta de la Biblia nos ayuda a distinguir que entre el ídolo y la imagen hay ciertas semejanzas: son fabricados por el hombre, se les da cierto culto, etc. Sin embargo la intencionalidad en ambos casos es distinta.

El episodio de Josué nos puede ayudar a comprender lo que hacemos los católicos: nos arrodillamos delante de una imagen y oramos. Nótese bien: oramos delante de la imagen, no oramos a la imagen.