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El fin del mundo es un tema que ha fascinado a la humanidad durante siglos. Profecías, teorías y películas han avivado el temor y la curiosidad sobre cómo y cuándo ocurrirá. Pero, ¿qué dice realmente la Iglesia Católica? Más allá de los titulares sensacionalistas y las predicciones fallidas, la fe católica ofrece una respuesta llena de esperanza.

1. El fin del mundo en la Biblia

La Sagrada Escritura habla del fin de los tiempos, pero no con un tono de terror, sino de preparación y confianza en Dios. Jesús mismo dijo:

 “Pero de aquel día y hora nadie sabe, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino solo el Padre” (Mt 24,36).

Esto significa que cualquier intento de predecir la fecha exacta del fin del mundo es inútil y contrario al Evangelio.

El Apocalipsis, lejos de ser un libro de miedo, es un mensaje de esperanza. San Juan nos muestra la lucha entre el bien y el mal, pero con un desenlace claro: Cristo vence y reina para siempre.

2. ¿Cómo entiende la Iglesia el fin del mundo?

La Iglesia enseña que el fin del mundo no es una catástrofe sin sentido, sino la culminación de la historia de la salvación. El Catecismo de la Iglesia Católica (n. 675-677) nos dice que antes del regreso glorioso de Cristo habrá pruebas, la apostasía (un alejamiento masivo de la fe) y la manifestación del “anticristo”, una figura que se opondrá a Dios.

Pero, al final, Cristo triunfará y habrá “un cielo nuevo y una tierra nueva” (Ap 21,1), donde los justos vivirán en la presencia de Dios para siempre.

3. ¿Debemos temer el fin del mundo?

La fe católica nos invita a vivir con confianza. No se trata de obsesionarnos con señales o teorías alarmistas, sino de estar preparados en todo momento. San Pedro nos exhorta:

 “Puesto que todo esto ha de disolverse, ¡qué santa y piadosa ha de ser vuestra conducta!” (2 Pe 3,11).

Es decir, en lugar de preocuparnos por cuándo será el fin, debemos ocuparnos en vivir según el Evangelio: con amor, justicia y fidelidad a Dios.

4. Un llamado a la esperanza

El fin del mundo no es el final de todo, sino el comienzo de la eternidad con Dios. La Iglesia nos enseña a esperar el regreso de Cristo con alegría, como rezamos en la Misa: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ¡Ven, Señor Jesús!”

No sabemos el día ni la hora, pero sí sabemos que Dios es fiel y que nos llama a confiar en Él. En lugar de vivir con miedo, vivamos con esperanza. Como decía San Agustín:

 “No es el fin del mundo lo que debemos temer, sino el fin del pecado en nosotros”.

La mejor manera de prepararnos no es con pánico, sino con fe, oración y caridad. Cuando llegue el momento, estemos listos no con terror, sino con los brazos abiertos hacia Cristo, nuestro Salvador.