Un gesto de fe y conversión

Cada Miércoles de Ceniza, millones de católicos en el mundo acuden a los templos para recibir la imposición de la ceniza. Este gesto, profundamente simbólico, marca el inicio de la Cuaresma, un tiempo de preparación espiritual para la Pascua. Sin embargo, algunas personas cuestionan esta práctica, preguntando si tiene fundamento en la Biblia o si es solo una tradición meramente humana. Veamos por qué la Iglesia lo practica y cómo responde a estas inquietudes.

1. Raíces bíblicas de la ceniza

El uso de la ceniza como signo de penitencia y humildad está presente en toda la Sagrada Escritura:

 • En el Antiguo Testamento, vemos cómo los israelitas usaban la ceniza para expresar arrepentimiento:

“Me retracto y me arrepiento en el polvo y la ceniza” (Job 42,6).

“Cuando llegó la noticia al rey de Nínive, se levantó de su trono, se despojó de su manto, se cubrió de saco y se sentó sobre ceniza” (Jonás 3,6).

“Me vestí de saco y me cubrí de ceniza” (Daniel 9,3).

 • En el Nuevo Testamento, Jesús mismo hace referencia a la ceniza como signo de conversión:

“Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros realizados en medio de ustedes, hace tiempo que habrían hecho penitencia, cubiertos de sayal y de ceniza” (Mateo 11,21).

Esto demuestra que el uso de la ceniza no es una invención meramente humana, sino una práctica que la misma Biblia reconoce como expresión de arrepentimiento.

2. ¿Por qué los católicos nos imponemos la ceniza?

La Iglesia, siguiendo la tradición bíblica, mantiene esta práctica como un recordatorio de nuestra fragilidad y de la necesidad de volver a Dios. Al recibir la ceniza en la frente, el sacerdote pronuncia una de estas frases:

 1. “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás” (Génesis 3,19).

 2. “Conviértete y cree en el Evangelio” (Marcos 1,15).

Ambas fórmulas nos recuerdan dos grandes verdades: nuestra condición de criaturas mortales y la llamada del Señor Jesucristo a la conversión. No se trata de un mero rito externo, sino de un compromiso interior de renovar nuestra vida cristiana.

3. ¿Es obligatorio recibir la ceniza?

No. La imposición de la ceniza no es un sacramento, sino un sacramental, es decir, un signo sagrado instituido por la Iglesia para ayudarnos a disponernos mejor a recibir la gracia de Dios. No es obligatorio, pero sí es altamente recomendable, ya que nos ayuda a iniciar la Cuaresma con una actitud de humildad y conversión.

4. Respondiendo a algunas objeciones

a) “Eso no es bíblico”

Como hemos visto, el uso de la ceniza está presente en la Biblia como signo de arrepentimiento. La Iglesia no hace nada contrario a la Escritura, sino que sigue su enseñanza y la aplica en la vida cristiana.

b) “Jesús dijo que no debemos mostrar nuestra penitencia en público”

Algunos citan Mateo 6,16-18, donde Jesús dice que no debemos hacer ayuno con hipocresía. Pero la imposición de la ceniza no es un acto de ostentación, sino un signo de humildad. La intención del corazón es lo que cuenta.

c) “Esto es una tradición de hombres”

Sí, es una tradición, pero basada en la Biblia y en la enseñanza de la Iglesia. No todas las tradiciones son malas; solo aquellas que contradicen la Palabra de Dios, como se puede leer en Marcos 7,8-9. San Pablo, en cambio, exhorta a los cristianos a mantener las tradiciones legítimamente transmitidas:

 “Los exhorto, hermanos, a que mantengan firmes las tradiciones que aprendieron de nosotros, de viva voz o por carta” (2 Tesalonicenses 2,15).

Este versículo demuestra que la Iglesia tiene la autoridad para preservar y transmitir prácticas que fortalecen la fe, como la imposición de la ceniza.

Conclusión

La imposición de la ceniza es una práctica profundamente bíblica y significativa para nuestra fe. Nos recuerda nuestra fragilidad, nos llama a la conversión y nos ayuda a vivir la Cuaresma con un espíritu renovado. Lejos de ser un simple ritual, es un signo de nuestra decisión de volver a Dios con todo el corazón.

Así que, la próxima vez que alguien le pregunte por qué se impone la ceniza, puede responder con una sonrisa: Porque queremos vivir el Evangelio y recordar que nuestra verdadera esperanza está en Dios.

Por el P. Jorge Luis Zarazúa Campa, FMAP