Los niños aprenden con los ojos y el corazón. Si tus hijos te ven postrado ante Jesús en la Eucaristía, si escuchan de ti palabras de amor y reverencia hacia el Santísimo Sacramento, crecerán sabiendo que Él es el centro de todo.

Enséñales desde pequeños que en la Hostia consagrada está Jesús vivo, esperándolos con un amor infinito. Llévalos contigo a la adoración, aunque sea por unos minutos, y háblales con ternura sobre la belleza del encuentro con Cristo. Explícales que en ese silencio sagrado se escucha la voz de Dios, más fuerte que mil palabras.

Lo que siembres hoy en sus almas florecerá con el tiempo. Si les enseñas a amar la Eucaristía, nunca estarán solos, porque siempre encontrarán en ella refugio, fortaleza y luz para su camino.