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UN HECHO HISTÓRICO

Los apóstoles y los primeros discípulos “vieron” y “creyeron”.

No inventaron nada. Jesús resucitó de veras

Esta es la fe de la Iglesia y esta es nuestra fe.

 

Por el P. Flaviano Amatulli Valente, fmap

Base de nuestra fe
Según San Pablo, “Si Cristo no resucitó, vana es nuestra predicación y vana es nuestra fe” (1Cor 15,14). Por eso los enemigos trataron de ocultar este hecho de la resurrección de Jesús, hablando de robo: “Digan que sus discípulos vinieron de noche y robaron su cuerpo, mientras nosotros estábamos dormidos” (Mt 28,13). ¡Qué testigos interesantes! Mientras estaban dormidos, vieron que los discípulos de Jesús se llevaron su cuerpo.

Por otro lado, María Magdalena grita a pleno pulmón: “He visto al Señor” (Jn 20,18). Lo mismo repiten los discípulos: “Hemos visto al Señor” (Jn 20,24). Hasta Santo Tomás, el incrédulo, se rinde, al tener una experiencia personal con el Resucitado (Jn 20,29).

Resurrección real
De todos modos, los ciegos y dormidos siguen gritando como siempre: “No es cierto. Jesús no resucitó de veras. Se trata de una resurrección “espiritual”. Sus discípulos al percibir su presencia “espiritual” entre ellos, inventaros sus relatos de las apariciones de Jesús, como medio para afianzar más esta convicción entre todos”.

Según ellos, es posible que algún día podamos encontrar en algún lugar el cuerpo de Jesús o por lo menos su esqueleto. Charles Taze Russel, fundador de los testigos de Jehová, escribió: “El cuerpo humano de Jesús, fue quitado de la tumba por el poder de Dios” (El arpa de Dios, p. 169); “Si se disolvió en gases o si todavía se halla preservado en algún lugar… nadie lo sabe” (Estudio de las Sagradas Escrituras, p. 120). Y su sucesor Rutherford, añadió que tal vez “El Señor lo haya preservado en algún lugar para exhibirlo al mundo durante la edad milenaria” (El arpa de Dios, p. 170).

Pues bien, nosotros no estamos de acuerdo con esa manera de pensar. Nosotros creemos firmemente que Jesús resucitó de veras, es decir que su cuerpo recobró la vida y con este mismo cuerpo de antes, ya transformado, Jesús se presentó a sus discípulos, vive y seguirá viviendo por toda la eternidad. Este es la fe que nos viene desde un principio, en esto creemos y creeremos para siempre. Para nosotros, todo lo demás es puro cuento, sin ningún fundamento ni en la Biblia ni en la Tradición de la Iglesia, que nos hablan claramente de la resurrección “física” de Jesús.

Vio y creyó
Además de esto, ¿en qué nos basamos para estar tan seguros de que Jesús resucitó de veras con el cuerpo que tenía antes y que sus apariciones fueron reales y no tuvieron nada que ver con algún fantasma? (Lc 24,39). En la experiencia de San Juan, que “vio y creyó” (Jn 20,9). ¿Y qué fue lo que vio San Juan que de inmediato lo hizo creer en la resurrección de Jesús? ¿Acaso con él no estaba también San Pedro? ¿Por qué, entonces, no pasó lo mismo con San Pedro, que “vio” el sepulcro vacío y siguió “sin creer” en la resurrección de Jesús?”.

Los lienzos y el sudario
Aquí está la clave: la posición de los lienzos y el sudario. San Juan sabía cómo habían dejado el cuerpo de Jesús, envueltos en los lienzos y con el sudario sobre la cabeza. Ahora bien, San Juan encuentra los lienzos intactos, como cuando estaban envolviendo el cuerpo de Jesús, con la diferencia que se ven como aflojados al desaparecer el cuerpo que contenían. Lo mismo observa con relación al sudario, que se encuentra en el mismo lugar, un poco levantado por el efecto de la sangre que lo había algo endurecido.

Al ver esto, San Juan creyó “pues hasta entonces no había comprendido que según las Escrituras Jesús debía resucitar de entre los muertos” (Jn 20,9). Como se puede notar, San Juan relaciona la resurrección de Jesús con su cuerpo físico, no con una confianza ciega en algo que Jesús había anunciado anteriormente o él mismo había encontrado en las Escrituras.

¿Y por qué San Juan “creyó” en la resurrección de Jesús, íntimamente relacionada con la desaparición de su cuerpo? Porque se dio cuenta de que, estando así los lienzos y el sudario, era imposible que alguien se hubiera “robado” el cuerpo de Jesús sin soltar las vendas ni mover nada. Conclusión: Jesús había resucitado como lo había anunciado.

Un hecho histórico
Así que San Juan creyó porque vio, no porque recordó el anuncio hecho anteriormente por Jesús (Lc 9,22) o por el conocimiento de las Escrituras (Jn 20,9). Lo mismo que pasó con Santo Tomás y los demás discípulos, que primero “vieron” y después “creyeron”.

Estando así las cosas, la fe de los primeros cristianos en Jesús resucitado tuvo como base un hecho histórico: la resurrección de Jesús en la carne y no una confianza ciega en las palabras de Jesús o en las profecías.

Algo diferente de lo que pasa con nosotros. Nosotros creemos en Jesús resucitado porque esta es la fe de la Iglesia fundada por Él, basada en las Escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento, la Tradición y el Magisterio. Para nosotros son plenamente válidas aquellas palabras de Jesús: “Dichosos los que creen sin haber visto” (Jn 20,29).

Problema de traducción
¿Y por qué tanta confusión acerca de un problema tan importante para nuestra fe? Por la dificultad de traducir correctamente el texto griego que se refiere a la posición de los lienzos y el sudario (Jn 20,5-7). Un problema bastante complicado, cuya solución implica un amplio conocimiento de la lengua griega y de las costumbres funerarias de aquel tiempo.

Si alguien quiere lanzarse a esta tarea, adelante. En la revista “30 Días” encontrará una buena base para hacerlo (cf. Valente Gianni, Don Antonio y los primeros indicios de la resurrección, 30 Días, pp. 16-19). Enhorabuena.