Mayonikha, santuario otomí y sitio arqueológico de San Bartolo Tutotepec (Hidalgo, México), fue atacado por un grupo de testigos de Jehová, que, según informa la agencia Reforma, reprueban rituales indígenas, tal como acusó el académico Luis Pérez Lugo, secretario de territorialidad de la organización Nación Otomí. El centro ceremonial perdura en la Sierra Madre Oriental desde hace 7.000 años, explicó el investigador de la Universidad de Chapingo, autor del libro Tridimensión cósmica otomí.
Una decena de estructuras arquitectónicas de piedra usadas como altares fueron derribadas recientemente por testigos de Jehová de la localidad El Piñal, quienes reconocieron su responsabilidad, afirmó Pérez Lugo. No admitieron, sin embargo, haber perforado un basamento piramidal, que presenta un hoyo de más de un metro. “Vamos a visitar más a la Madre Tierra; es lo que quiere ella. La tradición no se va a perder”, resuelven otomíes en medio del pesar por los destrozos al sitio arqueológico al que asisten en peregrinación desde tiempos inmemoriales.
Allí los indígenas de la Sierra Madre Oriental veneran a deidades como la tierra, el agua y el fuego con abundantes ofrendas, también destruidas durante la incursión de los agresores al terreno de propiedad privada que contiene el centro ceremonial. Defienden su devoción en un video difundido en redes sociales que muestra el daño al santuario, del que responsabilizan a los testigos de Jehová.
Para los otomíes de Hidalgo, de la Sierra Norte de Puebla y del sur de la Huasteca veracruzana, Mayonikha es el equivalente a La Meca para los musulmanes o el Vaticano para los católicos, explicó la antropóloga Lourdes Báez. “Es el lugar más importante. El término Mayonikha en español quiere decir iglesia vieja”, destaca la coordinadora de Los pueblos indígenas de Hidalgo. Atlas etnográfico.
La razón: un santuario pagano y diabólico
Al profanar los altares desbarataron ofrendas textiles, de flores, ceras, alimentos, recortes de papel que representan espíritus, y además rompieron efigies, como la de un águila que naturalmente se formó en una laja, detalla. Los testigos de Jehová reconocieron su responsabilidad cuando un grupo de otomíes acudió a buscarlos para averiguar los hechos, asegura el académico de la Universidad de Chapingo. Admitieron el destrozo de altares, pero no la excavación en Ximhoi, con un boquete de más de un metro.
“La razón que dieron es que (los rituales indígenas) no son cristianos, que se relacionaban con el diablo, y que ellos actuaban de acuerdo con los principios de Dios. ‘No venimos a hablar de Dios’, les dijimos, ‘venimos a ver si van a seguir destruyendo o van parar; si su voluntad es seguir destruyendo nos dirigiremos en forma jurídica. Ellos pararon, ésa es la razón por la que aún no hay acciones jurídicas. Pero no lo descartamos”.
No sólo un lugar arqueológico
La tradición en Mayonikha, sitio arqueológico aún no explorado, perdura al abrigo de una geografía que supuso desafíos para los evangelizadores desde el siglo XVI. “No querían adentrarse por lo escarpado del terreno; además, los otomíes tenían fama de hoscos. Las crónicas de la época refieren incluso animales salvajes; llegar ahí era, y es, complejo”, apunta Báez, investigadora del INAH, quien considera que el papel del instituto en Mayonikha debe ser de respeto para las decisiones de sus seguidores.
El INAH no debe apresurarse a trasformar Mayonikha en una zona de vestigios arqueológicos, porque no lo es, previene el poeta y etnólogo Jaime Chávez, presidente de Nación Otomí. “El santuario hiuhu es un espacio vivo donde conviven los bädi (sabios) de Veracruz, Hidalgo y Puebla, con la madre tierra (ximhai) y los demás elementos de la naturaleza que dan la energía (nzaki).
“El área circundante es en sí misma un gran templo (nikhä) natural de oración, que no tiene límites precisos, por eso se debe de tener cuidado en no adelantarse a imponer un cerco para su protección, declararlo zona arqueológica en resguardo del INAH o convertirlo en parque cultural-ecológico bajo el manejo de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte, como hicieron con el Centro Ceremonial Otomí de Temoaya, Estado de México, y que los otomíes tengan que pedir permiso para realizar sus ceremonias”.
En el medio Sopitas leemos que los indígenas hablaron con los testigos de Jehová y remarcaron que su intención no es hablar de un Dios ni de creencias, sino que simplemente quieren saber si seguirán destruyendo su recinto ya que de ser así tendrán que actuar de forma legal. De momento el sitio arqueológico se encuentra en resguardo por la misma comunicada indígena y sólo se permite el acceso a fieles.