Luís Corrêa Lima

El Papa Benedicto XVI cita al filósofo alemán en su encíclica, por primera vez en la historia, y abre una discusión sobre las diversas formas de amor.


Río – La primera encíclica del Papa Benedicto XVI, cuyo tema es el amor, trae una gran novedad: por primera vez en la historia, un Papa cita a Nietzsche en una encíclica. El filósofo alemán Friedrich Nietzsche vivió en el siglo 19 y fue, entre otras cosas, un impetuoso crítico de la fe cristiana.

El Papa discute las diversas formas de amor, entre las cuales está el Eros, el amor entre hombre y mujer. Para Nietzsche, el cristianismo le habría dado veneno a Eros. Este no se murió, pero se descompuso. Benedicto XVI argumenta que el filósofo alemán expresaba así una sensación muy generalizada: la de que la Iglesia, con sus mandamientos y prohibiciones, torna amarga la cosa más bella de la vida. Ella estaría indicando prohibiciones precisamente donde la alegría, preparada para nosotros por el Creador, nos ofrece una felicidad que nos hace presentir algo de divino.

La respuesta del Papa es que el Eros necesita de disciplina y de purificación para dar al ser humano, no el placer de un instante, sino una muestra del ápice de la existencia, de la felicidad hacia la cual tiende todo nuestro ser. El amor promete la propia continuidad, promete el infinito. Este camino no es simplemente dejarse subyugar por el instinto, sino un madurar. El Eros no es rechazado o “envenenado”, sino que dirigido en vista de su verdadera grandeza. Pero no todo el que va en la línea de Nietzsche es refutado. El Pontífice recuerda la acusación de que el cristianismo ha sido adversario de la corporeidad. Y admite que siempre ha habido tendencias en ese sentido.

Benedicto XVI toma a Nietzsche en serio. El impetuoso crítico de la fe podría simplemente ser ignorado, como si fuese irrelevante. Podría también ser descalificado, como si su pensamiento fuese fruto de la ignorancia o los preconceptos. Podría incluso ser satanizado, considerado alguien que actúa con mala fe y está al servicio del mal. Pero no. Él no es ignorado, ni descalificado o satanizado. Su argumento es racionalmente analizado y respondido. El Papa da un ejemplo de madurez humana, intelectual y cristiana.

Fue un largo camino hasta que Nietzsche pudiese ser citado de esa forma en un documento papal. Hasta hace menos de 40 años, la Iglesia Católica tenía el Índice de Libros Prohibidos. Era un catálogo donde constaban obras que supuestamente contenían herejías u otros contenidos perjudiciales para la fe. La creación del Índice se remonta al siglo 16 y al combate a la Reforma Protestante. De tiempo en tiempo, era reactualizado. El afán de proteger a los fieles generó innumerables sospechas y provocó el rechazo de muchos autores y corrientes de pensamiento. En Brasil, a mediados del siglo 20, se llegó a prohibir a los niños a leer a Monteiro Lobato (1882-1948. Importante escritor brasilero de libros infantiles y novelas y cuentos cortos para lectores adultos -Nota de la Traductora).

La apertura de la Iglesia al mundo contemporáneo, a través del Concilio Vaticano II, hizo que el Índice y la tutela de las conciencias quedaran obsoletos. El diálogo fue fomentado en varios ámbitos. En el campo filosófico, varios autores se lanzaron al estudio de la filosofía moderna. En Brasil, tenemos la figura del nostálgico padre Henrique Vaz, eximio filósofo. Sin embargo, no todo es apertura. Cierta vez, un alumno del padre Vaz quiso hacer un trabajo, bajo su orientación, tratado sobre la razón y revelación en Hegel. Otro profesor advirtió: “esta cuestión ya está resuelta por Santo Tomás de Aquino”. De hecho, hay quienes están convencidos de que todo ya fue pensado y resuelto por este autor del siglo 13.

Sé de un movimiento católico ultra-conservador que recientemente quiso prohibir a una estudiante universitaria de filosofía que leyese a Kierkegaard y Nietzsche. Kierkegaard, pensador danés, considerado un precursor del existencialismo. Llegó a ser citado por Juan Pablo II como uno de los que se revelaban contra la arrogancia de la razón. El pasado de desconfianza y prohibición todavía pesa. Hay quienes quieren ser más católicos que el Papa.

En esta encíclica, Benedicto XVI muestra como la Iglesia debe lidiar con la cultura moderna: sin el miedo de quien prohíbe, sin la autosuficiencia de quien ignora críticas pertinentes y sin la arrogancia de quien descalifica a priori. Un verdadero cristianismo adulto.
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Luís Corrêa Lima, S.J.
Doctor en Historia y profesor de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro.
Brasil