Por el P. Flaviano Amatulli Valente, fmap

 

Babel y Pentecostés

Dos puntos de referencia o polos de atracción diferentes: el protagonismo del hombre o el protagonismo de Dios, la cultura o el Evangelio. No se trata de oposición, sino de jerarquía: en primer lugar el hombre o en primer lugar Dios; en primer lugar la cultura o en primer lugar el Evangelio; el hombre para Dios o Dios para el hombre; la cultura para el Evangelio o el Evangelio para la cultura.

Hay que decidirse por Babel o por Pentecostés; en primer lugar la cultura o el Evangelio, el hombre o Dios. Una decisión difícil de tomarse, pero necesaria. Según mi opinión, aquí está la raíz de la grande crisis, que desde hace tiempo está afligiendo a la Iglesia: en la incapacidad de optar radicalmente por el Evangelio. La mente dice sí, pero el corazón tambalea.

El pasado sigue fascinándola, el deseo de protagonismo y liderazgo, cuando toda la sociedad era católica y la Iglesia hacía la cultura. Le tiene miedo a quedar rezagada o fuera de la historia en un mundo plural. Y esta indecisión le está costando cara.

 

Para abajo o para arriba

Se trata de dos perspectivas diferentes en la manera de situarse ante la sociedad y el futuro: la perspectiva cultural o la perspectiva evangélica. Según la perspectiva cultural, no hay remedio, seguiremos en debacle; según la perspectiva evangélica, al contrario, hay futuro para la Iglesia y un gran futuro. Nadie puede imaginar qué nos puede deparar el Nuevo Pentecostés, que todos estamos esperando y que se va a dar a condición de optar radicalmente por Cristo y el Evangelio, sin restricción alguna ni segundas intenciones.

Estando así las cosas, ¿para qué esperar más? En lugar de buscar pretextos para justificar la actual decadencia en que nos encontramos como Iglesia, ¿por qué no vemos el futuro como una grande oportunidad para revivir las hazañas de las primeras generaciones cristianas, bajo el empuje del Espíritu y como levadura que fermenta la masa?

 

Prioridad

Como se ve, no se trata de volvernos anticulturales, sino de situarnos correctamente ante la historia, como discípulos de Cristo. ¿Acaso Jesús, los apóstoles y los grandes evangelizadores del pasado no hicieron historia, transformando la sociedad con su nueva manera de pensar y vivir? Cuidado: no es lo mismo hacer cultura que dejarse llevar por la cultura dominante, los usos y las costumbres de la gente o la manera de sentir del mundo.

Ahora bien, si lo lograron ellos, ¿por qué no lo vamos a lograr nosotros, siempre que nos decidamos a optar incondicionalmente por Cristo y el Evangelio? Sencillamente se trata de poner en primer lugar el Evangelio, no los criterios humanos, y aprender a madurar nuestras opciones en armonía con la fe y dentro de nuestro contexto cultural.