HOMENAJE A FLAVIANO AMATULLI VALENTE
FUNDADOR DE LA FMAP
JAVIER QUEZADA DEL RÍO
Puebla de los Ángeles 23 de mayo del 2015
Introducción
Hace varios meses me invitaron a participar en un homenaje a Flaviano Amatulli Valente fmap. Acepté inmediatamente con gusto. Tengo tres motivos para ello:
En primer lugar, desde hace treinta años me he dedicado al estudio de la Biblia. Me convencí de que lo haría desde que estudiaba el segundo año de filosofía. Desde entonces ha caminado por los senderos de la vida con la Biblia en el corazón. Al igual que a Amatulli, esto me ha provocado bastantes problemas, y, también igual que a él, sobre todo dentro de la iglesia católica.
En segundo lugar, tengo la convicción de que las estructuras eclesiales, especialmente la jerárquica, son un problema para que la iglesia pueda responder a los retos que la civilización actual le presenta.
En tercer lugar, tengo la certeza de que vale más la fidelidad a las propias convicciones que las presiones para amoldarse a lo que los demás creen y aceptan, lo que se traduce en cierto espíritu profético.
Las palabras que siguen son un homenaje a Amatulli. Por esta razón, no voy a exponer lo que yo pienso de la Biblia, de la apologética, la pastoral, de las iglesias protestantes o de la iglesia católica. Me propongo, durante toda la conferencia, exponer la vida y el pensamiento de Flaviano Amatulli Valente. En ella, me referiré a él como Amatulli porque he captado que así hablan ustedes de él.
Desarrollaré este homenaje en cinco puntos. Biografía, la Biblia, la realidad, el futuro y Amatulli literato.
Biografía
Amatulli nació en Italia el 23 de mayo de 1938, mañana festejará setenta y siete años de edad. Recibió la ordenación sacerdotal el 26 de junio de 1965, dentro de un mes festejará cincuenta años de sacerdocio. En 1978 fundó la fraternidad misionera Apóstoles de la Palabra, que, en el 2018 celebrarán cuarenta años de existencia. En 1986 fue puesto al frente del Departamento de la fe de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la fe, con el objetivo de hacer frente al proselitismo sectario.
Su vida sacerdotal puede dividirse en tres etapas, que, sin embargo, no tienen fronteras bien definidas, sino que una se va gestando lentamente en la otra.
La primera comprende sus años como sacerdote comboniano, en los que fue, una vez llegado a México, director de la revista Esquila misional durante siete años, y durante cinco estuvo entre los indígenas chinantecos de Oaxaca.
Durante ese tiempo se dejó impactar por la realidad de los indígenas y constató la situación de acoso de las sectas protestantes y de los Testigos de Jeová sobre los católicos. La iglesia católica pensaba que la fe de la gente sencilla no cambiaría nunca, que tenía en ellos un bastión en contra del protestantismo, pero durante más de cincuenta años se ha dado una desbandada de católicos hacia las iglesias protestantes y esto, especialmente entre los más pobres.
Amatulli vio el abandono pastoral e indefensión de los católicos frente a la propaganda proselitista y la poca penetración que había tenido el evangelio en las culturas indias y en la religiosidad popular, lo que lo impresionó profundamente. También estuvo en contacto con la Teología de la Liberación y con su hija la Teología india, y pudo palpar su forma de trabajar entre los indígenas.
La segunda etapa comprende la fundación de la Fraternidad Misionera Apóstoles de la Palabra. Esta fundación supuso su separación de la Congregación de los Misioneros Combonianos, lo que sin duda alguna fue doloroso para Amatulli, pero a esas alturas tenía ya muy claro que la iglesia estaba en franca bancarrota en cuanto al número y calidad de los fieles y que la solución no estaba solamente en trabajar mucho, sino en que muchos trabajaran mucho, es decir, en el trabajo de catequistas y de misioneros laicos. Como dice en alguno de sus libros, en lugar de trabajar como diez –lo cual, además, es imposible–, pon a trabajar a diez. Y qué mejor que formando un grupo de sacerdotes con un ideal común. La idea pronto se extendió a lo que ahora son las Hermanas Misioneras Apóstoles de la Palabra.
En esta etapa, digamos que Amatulli puso las estructuras necesarias para extender su carisma.
La tercera etapa está en marcha. Se trata de pugnar por un cambio estructural en la iglesia que permita la adecuada formación de todos los laicos y su participación en la evangelización y en la liturgia. Amatulli afirma que para lograr esto es necesario un cambio de mentalidad, sobre todo en los clérigos, lo cual implica cambios en la formación que se imparte en los seminarios, y que redunda en nuevas formas de organizar la pastoral, el gobierno de las diócesis e incluso la iglesia. En esta etapa, Amatulli ha profundizado lo que vivió en las dos anteriores, en las raíces de la situación eclesial contemporánea, en la forma como se debe dialogar con los protestantes, en cómo debe ser la formación bíblica. Es una etapa que, como las anteriores, no está cerrada, es, en gran medida, un sueño que lo atrae y en cuya realización pone todas sus fuerzas.
En estas tres etapas de la vida de Amatulli, hay dos elementos permanentes, que son como la columna vertebral de toda su vida y su obra. La realidad y la Biblia.
En primer lugar, la realidad. Amatulli no es un teólogo de escritorio o un sacerdote que se encierre en su parroquia. Desde los inicios de su vocación fue un hombre abierto a la realidad –por eso se convirtió en misionero–, por eso buscó las causas de lo que vivió entre los indígenas en Oaxaca, se puso a observar lo que hacen las sectas protestantes proselitistas y los Testigos de Jeová y lo que sufren los católicos por su falta de preparación. No es verdad que los católicos estén preparados y que se les pueda tratar como a teólogos consumados, hay que instruirlos desde lo más básico para que sepan defender, amar y vivir su fe. A este afán de hacerse comprender por todos, se debe el lenguaje sencillo y popular que usa en sus libros.
Para Amatulli hay algo muy claro, la comunidad cristiana posee el derecho a tener pastores que la instruyan y no que solamente celebren los sacramentos y eso de cuando en cuando. Si las estructuras actuales de la iglesia no pueden satisfacer esa necesidad, es preciso cambiarlas. Se debe garantizar a todo católico el acceso a una buena formación bíblica y teológica y a la eucaristía.
El otro elemento que está en las tres etapas de su vida es la Biblia. Desde chico se aficionó a su lectura y generó cierto desconcierto en el seminario cuando sugirió que todos los estudiantes deberían tener la suya, pero el factor más importante de su apego a la Biblia fue la experiencia que tuvo con el proselitismo protestante.
Una buena parte de la obra de Amatulli está escrita en forma de catecismo fundamental para dar armas a los católicos frente al embate de las sectas proselitistas. Estos libros tienen como nervadura central la Biblia. Esto se debe a que pretenden dar respuesta a los ataques de los protestantes en su mismo campo de acción. No se trata de catecismos teológicos, sino de catecismos bíblicos centrados en los argumentos con que los protestantes buscan desquiciar a los católicos.
Sin embargo, su interés por la Sagrada Escritura no se limita a esos catecismos, ha escrito varios cursos bíblicos y catecismos bíblicos para los sacramentos. En la internet es muy fácil encontrar cursos de Amatulli en YouTube, con explicaciones de diferentes temas bíblicos. Finalmente, la Biblia es omnipresente también en los libros en los que Amatulli sueña con nuevas estructuras eclesiales. La iglesia del presente debe parecerse a la primitiva comunidad cristiana tal como se describe en los textos neotestamentarios. Por ejemplo, al defender la posibilidad de que haya sacerdotes casados, se remite al Nuevo Testamento, en donde se afirma que si bien algunos discípulos de Jesús eran célibes, había otros que estaban casados.
Tanto la experiencia y el apego a la realidad como el uso de la Biblia son dos constantes en la vida de Amatulli que, supongo, formarán parte del legado que deje a los Apóstoles de la Palabra.
La Biblia
El Concilio Vaticano ii pidió que los católicos tuvieran acceso a la Sagrada Escritura en su propia lengua y a tener una instrucción adecuada para conocerla y amarla. También pidió que todas las diócesis aumentaran los cursos bíblicos para que la Biblia fuera estudiada y meditada, no solo utilizada para fundamentar alguna afirmación teológica. Bajo su impulso, se empezó a dar más importancia a los autores humanos, es decir, a la cultura, y situación en que cada libro fue escrito. La atención a lo que hay de humano en ella, condujo al estudio de la circunstancia en que cada texto fue escrito y al sentido que tiene cada afirmación en su contexto. Esto hizo surgir problemas nuevos. Incluso la imposibilidad de alcanzar el sentido de un libro o de hacer una teología bíblica. Problemas reales, serios, que pusieron en el banquillo de los acusados, por ejemplo a la encarnación o a la misma resurrección de Jesús.
Sin negar la fuerza, sinceridad e incluso necesidad de tales estudios, hacía falta volver a la realidad de la inmensa mayoría de las personas que leen la Biblia, regresar a ella como fuente de vida y espiritualidad, pero no solo tomándola de forma aislada, es decir, en sí misma, sino leyéndola dentro de la tradición católica.
Hay diversas formas de leer la Biblia. Sin duda alguna que un judío, un católico y un protestante la leen de forma diferente. Antes de entrar en asuntos históricos, filológicos, exegéticos, filosóficos o incluso teológicos, hay que conocer la Biblia desde la perspectiva católica y extraer de ella el sentido espiritual.
En la Exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini, el papa Benedicto xvi sugiere que es tiempo de que la iglesia vuelva a practicar la exegesis patrística. Los Padres de la iglesia no practicaron una exegesis depurada con métodos científicos como se hace en la actualidad, incluso se puede decir que la mayoría de ellos descuidó el sentido literal o histórico para centrarse en el sentido alegórico. En realidad, lo que hacían era leer la Biblia desde la perspectiva de la fe de la iglesia. Así había nacido el cristianismo, sugiriendo una nueva forma de interpretar el Antiguo Testamento a partir de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo. Así como ese nuevo enfoque cambió definitivamente la forma de leer el Antiguo Testamento por parte de los cristianos, la lectura alegórica daba actualidad al Nuevo. En otras palabras, la Biblia debe ser leída y comprendida en la fe católica y desde ella. Solo así puede un católico comprenderla y actualizarla adecuadamente. Desde esa perspectiva es legítimo hablar de una lectura católica de la Biblia. Y esto es precisamente lo que hace Amatulli. Entre todos los ataques que se le han dirigido, no hay uno más absurdo que llamarlo fundamentalista o protestante por su forma de leer la Biblia. En la Exhortación apostólica a la que me referí antes, Benedicto xvi lamenta mucho que los católicos se empantanen en el estudio científico de la Biblia y la conviertan en estéril, solo comprensible por eruditos.
En ninguno de sus libros, Amatulli se pone a discutir los argumentos filológicos o históricos que pueden apuntalar determinada exegesis. Su lectura de la Biblia es teológica y profundamente católica. La utilización que hace de ella para responder a las insidias de muchos grupos protestantes se pone en el nivel de ellos mismos, proponiendo otros textos y aduciendo de una manera sencilla la interpretación católica. Esta metodología está determinada por los destinatarios de sus libros, que son todos los católicos, muchos de los cuales, desgraciadamente, no tienen la más mínima preparación bíblica. Desde luego que es deseable que todos puedan profundizar en la Biblia con más elementos históricos, y exegéticos, pero eso es una segunda etapa que no puede darse sin la primera.
No es verdad que Amatulli fundamente la fe católica solamente en la Biblia. Quien diga eso no se ha tomado la molestia de hojear ninguno de sus libros. Es verdad que propone una vuelta a la Biblia, pero siempre leída desde la fe de la iglesia católica. También aboga porque la Biblia sea una fuente de espiritualidad y de relación con Dios, tanto a nivel personal como familiar y litúrgico. Pero esa vuelta a la Biblia no se debe hacer al estilo judío, protestante o meramente científico, debe hacerse desde el corazón palpitante de la iglesia.
La realidad
En algunos libros, Amatulli se muestra reticente e incluso crítico de la Teología de la Liberación. Esto debe contemplarse en su justa dimensión. La acción y las implicaciones sociales de ser cristiano deben ser el fruto de la fe, pero no al revés. Es decir, Amatulli es muy sensible ante la realidad de pobreza y violencia que tenemos en México y en general en Latinoamérica, pero el cambio de estructuras debe brotar de la fe viva. La lucha por la igualdad de oportunidades no conduce, de por sí, a un acercamiento a Jesús. No se pueden cerrar los ojos a la realidad socioeconómica. El método ver-juzgar-actuar, tan usado por los teólogos de la liberación, debe aplicarse también en la iglesia, pero para reconocerse a sí misma y poder tomar las medidas precisas para alcanzar sus objetivos.
Como dije al principio de esta conferencia, Amatulli no tuvo temor de enfrentar la realidad, más bien, justamente la realidad misma ha determinado la fundación de los Apóstoles de la Palabra.
Hace escasamente un año, el IMDOSOC realizó una encuesta para poner de manifiesto el nivel de religiosidad de los mexicanos. Me voy a permitir comentar algunos elementos de esa encuesta porque sin duda que Amatulli los conoce bien y han venido a apuntalar su percepción de la realidad de la iglesia católica ante las sectas proselitistas.
En una parte de la encuesta se concluye que las instituciones más confiables para los mexicanos son en primer lugar la marina, en segundo el ejército y en tercero la iglesia.
Yo no sé si ustedes se hayan sentido satisfechos con esa respuesta. A mí me parece que revela un desastre y que es muy preocupante. Puedo aterrizar este dato de la siguiente forma. Ustedes me corregirán si creen que no es una buena aplicación. Muchas instituciones piden que se donen víveres a los damnificados por una inundación. Yo acabo de hacer un buen negocio y quiero donar cinco costales de arroz. Los llevo al centro de acopio y me encuentro que está una carpa en la que el sacerdote garantiza que las donaciones van a llegar realmente a la gente damnificada, al lado de esa carpa está una del ejército, en donde varios soldados están recibiendo los donativos. Pues bien, ante esa circunstancia, la mayoría de los mexicanos pensará que es más confiable entregar sus cinco costales de arroz al ejército. Díganme ahora si esto es para alegrarse o para preocuparse de la imagen que tiene la iglesia ante la sociedad.
Dicha encuesta destinó unas preguntas a las creencias y prácticas de católicos y no católicos.
Algunas preguntas fueron dirigidas solo a católicos. Se les cuestionó si dejarían alguna vez su propia religión. El 66% declaró que no lo harían o que muy probablemente no lo harían. Esta es una respuesta muy poco confiable porque supongo que la mayoría de los que tienen una religión están convencidos de que es la mejor y de que no la dejarán fácilmente. Sin embargo, el éxodo de católicos hacia las iglesias protestantes es intenso y constante desde hace más de cincuenta años. Ese solo dato contradice, en cierta forma, la respuesta que se dio a la pregunta.
Otra pregunta dirigida solo a católicos fue si conocían cuál era su diócesis. Pues bien, el 81% dijo que no sabía a qué diócesis pertenecía. Ustedes podrían pensar: Bueno, al menos el 19% sí saben a qué diócesis pertenecen. Pues bien, de ese 19% que habían dicho que sabían a qué diócesis pertenecían más de la mitad no supieron decir cuál era. Sucedió casi exactamente lo mismo cuando se les preguntó por el nombre de su obispo.
El 65% de los católicos tiene más de un año que no se confiesan.
En la encuesta hay algunas preguntas que se pueden utilizar para comparar a las iglesias protestantes con la católica. Les voy a exponer algunas de ellas y les voy a pedir que saquen ustedes mismos las conclusiones.
Más del 90% de los protestantes considera que las homilías que escucha son de actualidad, mientras que de entre los católicos solo el 76% piensa eso.
El 94% de los protestantes siente que las homilías son útiles para su vida, pero eso piensa solo el 80% de los católicos que van a misa.
Otra pregunta fue: ¿En algún momento de su vida ha hecho trabajo como misionero para su religión?, el 5% de católicos y el 20% de los protestantes dijeron que sí.
La encuesta hizo un examen de Biblia muy sencillo. También yo se lo voy a aplicar. Póngan atención:
Pregunta | Respuestas acertadas de católicos | Respuestas acertadas de protestantes |
¿Cuántos apóstoles acompañaban a Jesucristo? | 84 | 92 |
Según lo que establece el Génesis, ¿en cuántos días creó Dios el universo? | 37 | 44 |
De acuerdo con el Éxodo, ¿de dónde escaparon los judíos para llegar a la Tierra Prometida? | 32 | 57 |
¿Cuál es el primer libro del Nuevo Testamento de la Biblia? | 19 | 48 |
Como pueden ver, los católicos tienen un promedio de 4.3 de calificación en conocimiento de la Biblia, en tanto que los protestantes tienen 6. Unos pasan y otros reprueban. Sin embargo, hay que tener en cuenta que los católicos tienen 500 años en la escuela y los protestantes 50.
Esta realidad, que es la constatada por Amatulli, le presiona para definirse por una serie de medidas. Entre ellas está promover la apologética. Que, como vimos, debe fundamentarse e ir acompañada de la Biblia.
La faceta de apologeta es, tal vez, la más conocida de Amatulli. No sé si su principal libro sea el titulado Diálogo con los protestantes, en cualquier caso, es el libro que mejor representa dicha faceta. Tal vez por eso se hizo una edición especial de este libro para conmemorar los cincuenta años de sacerdocio, que ahora adelantamos un poco con este homenaje. Su primera edición data de 1983, hace ya treinta y dos años.
Como su nombre dice, se trata de una propuesta de diálogo. Pero el diálogo no supone que todo es lo mismo o que da igual creer una cosa que otra. Tampoco supone ignorancia de la propia tradición. No se puede dialogar si no se conoce lo que uno ha aceptado como pilares de su fe, si no se conoce a su propia iglesia y su propia identidad. Por eso, Diálogo con los protestantes se preocupa más de la formación de los propios católicos que de las formas concretas mediante las cuales se puede o se debe establecer un diálogo.
En ese libro, como en muchos otros, hace una diferencia entre las iglesias protestantes surgidas de la Reforma y que conocemos como tradicionales, y las iglesias proselitistas que frecuentemente no son ni cristianas, que tienen como uno de sus principales objetivos convencer a católicos de que acepten sus doctrinas. Esta distinción es fundamental, porque los documentos sobre el ecumenismo emanados por el Concilio Vaticano ii presuponen iglesias protestantes como las europeas, pero la realidad de las iglesias protestantes latinoamericanas es muy diferente. Es un hecho que estas están creciendo desde hace más de cincuenta años fundamentalmente a costa de católicos. Para nadie es un secreto que un protestante no trata de convencer a otro protestante. Sus comunidades se abastecen de católicos alejados.
El diálogo es importante e incluso necesario, pero para dialogar es preciso tener cierta identidad y la inmensa mayoría de católicos no la tiene simplemente porque nadie se encargó de transmitírsela o de fundamentársela.
Diálogo con los protestantes está construido como un catecismo. Va directo y al grano, sin rodeos, buscando claridad y precisión en las ideas y en el lenguaje. Es un libro, como dice la tercera edición, indispensable para todo católico.
Pero me atrevo a afirmar que el estilo que Amatulli prefiere es el de la narración. Prácticamente todos sus libros se forman de narraciones, breves o más largas, es decir, leyendas o cuentos. De esta manera, prefiere narrar historias que escribir discursos o fórmulas doctrinales. Sus ideas se convierten rápidamente en personajes que hablan, discuten y proponen.
Fiel a su carisma narrativo, en el libro La Iglesia ante la Historia, relata lo acontecido después de una de sus conferencias sobre las sectas. Un obispo lo critica de alarmista y afirma que para él, las otras iglesias cristianas no representan un peligro. Algunos de los asistentes reaccionan en contra de esas palabras porque sí creen que la propaganda proselitista de las iglesias protestantes representa un peligro. Esto da pie para desarrollar una comparación que me parece bien seleccionada. La fe del quinto piso y la fe de la calle. La del quinto piso es la del obispo, sacerdotes y teólogos. Ellos están bien preparados y saben perfectamente qué pueden aceptar qué pueden discutir y qué deben rechazar. El nivel en el que están es superior, miran la vida y a los demás, incluso a los católicos de la calle, desde arriba. Su estatus es superior, son seres semidivinos, ellos pueden dar la vida de Dios –por eso se les llama padres– y pueden también quitarla. Sin embargo, la inmensa mayoría de los católicos están en la planta baja, a nivel de calle. Ellos no saben discernir exactamente qué elementos de su fe pueden entrar en discusión, tampoco saben fundamentar sus creencias. Para ellos la propaganda protestante sí representa un peligro. El consejo de no entrar en diálogo con ellos no es viable en la actualidad porque llegan con mucha frecuencia a la propia casa, porque se les encuentra en los parques y en las calles buscando atraer a los católicos y, lo más grave de todo, porque ya hay miembros de las familias que pertenecen a algunos de esos grupos. ¿Cómo evitar el diálogo con un hermano, un hijo o una hija? El diálogo debe llevarse a cabo, pero en igualdad de circunstancias, es decir, entre un católico bien preparado y un protestante igualmente bien preparado.
Pero la realidad revela que los católicos son bastante ignorantes, no conocen su fe. Pero no solo esto, no están ligados a su iglesia, a su comunidad, no participan o no disfrutan de sus liturgias. Su vida práctica tiene poco que ver con su fe. Esto los convierte en fáciles víctimas de la propaganda proselitista.
El texto termina marcando unas líneas de acción: formación de laicos preparados, pastoral bíblica para todos los católicos.
Amatilli ha escrito una docena libros para ayudar a los católicos a dialogar con los protestantes, me permito mencionar algunos: Apologética y ecumenismo, dos caras de la misma medalla; Catolicismo y protestantismo; Iglesia y sectas: ¿Pesadilla o reto? Además de estos libros, ha publicado varios discos compactos con la misma temática, dvd´s y en TouTube existen algunas de sus conferencias sobre temas de apologética de catequesis y de Biblia. Cabe mencionar que los Apóstoles de la Palabra han incursionado en la edición de algunos videos con representaciones y drametizaciones de diálogos entre católicos y protestantes, que se pueden encontrar fácilmente en la red.
El futuro
Expresiones como: La iglesia se derrumba, está en caída libre, se desmorona, etc., son muy comunes en sus libros, son casi un cliché, un slogan, incluso un librito se llama ¡Alerta! La Iglesia se desmorona. El hecho de que se repitan tanto no debe quitarles su seriedad, incluso la inmensa tristeza que ese hecho provoca. Son afirmaciones profundamente serias y verdaderas. Desde hace cincuenta años se ha advertido a la iglesia católica que las sectas proselitistas representan un atractivo muy grande para los católicos alejados y que el grado de compromiso y de participación de los católicos con respecto a su iglesia es bastante pobre. Cualquier empresario, por usar la metodología de metáforas que tanto aprecia Amatulli, hubiera cambiado de estrategias, de gerentes, de directores generales para no perder a sus clientes. Pues la iglesia católica se empecinó en que ella tenía la razón, que lo que hacía estaba bien porque era la voluntad de Dios que si el mundo quería cambiar, allá él, ella permanecería inmóvil en la verdad. En la actualidad la iglesia está postrada. Solo la fe hace pensar a Amatulli que la iglesia católica va a mantenerse en pie. “Claro que la Iglesia nunca se acabará –dice en su carta Un nuevo modelo de parroquia”. Esta afirmación revela la profunda fe de Amatulli. Pero luego dice, en la misma carta: “De todos modos, no es lo mismo llegar al final de la carrera con cuatro gatos que llegar con mucha gente”. El lenguaje coloquial no debe hacernos perder de vista lo dramático de la situación. Claro, por fe tiene la convicción de que la iglesia no acabará, pero la realidad muestra que no está para echar las campanas a vuelo, más bien, está para preocuparse muy seriamente de su futuro en Latinoamérica. Evidentemente que su forma de decir las cosas molesta a muchos católicos, especialmente a la jerarquía. Sin embargo Amatulli no se amedrenta, no quita la mano sino que pone el dedo en la llaga con más frecuencia. Yo no creo que lo haga por ser sensacionalista, no tiene necesidad de ello pues sus libros tienen amplísima divulgación, sino porque sabe que tiene razón y porque no teme al martirio.
En la carta Un nuevo modelo de parroquia, que escribió el 11 de mayo de este año, expone algunos motivos por los que la competencia sí logra enamorar a los católicos y su propia iglesia no. Entre ellos está la libertad que tienen para anunciar la Palabra y la gestión más trasparente del dinero. Aspectos que se reducen a que el sacerdote se ha convertido en el único maestro y teólogo a la vez que en el único dueño del dinero que entra a la parroquia.
La parroquia y especialmente el párroco, es responsable de la defección de los creyentes que la habitan porque no atienden a los católicos de la planta baja. Pero ¿cómo puede un sacerdote atender a diez mil o cincuenta mil fieles? No hay forma, el único camino es cambiar el sistema. “En realidad, la culpa no es del clero, sino del sistema que ya no funciona” –dice en la misma carta. La parroquia debe aceptar todos los movimientos, capacitar a laicos comprometidos, delegarles misiones conforme con sus capacidades, algunos de ellos con sueldo, ordenar diáconos permanentes, incluso sacerdotes casados elegidos por la comunidad, establecer un comité de asuntos económicos que administre los bienes de la parroquia, cambiar la imagen de la parroquia de ser un centro de administración de los sacramentos a ser un taller de humanismo y vida cristiana y, además de todo esto, algo que Amatulli tiene en la médula de los huesos, dar primacía a la Palabra de Dios.
El cambio en las parroquias solo puede hacerse realidad si hay un cambio en la mentalidad y por tanto en la formación de los sacerdotes. En su Carta abierta a los sacerdotes titulada Cambio de época. Cambio de estructuras y de actitudes –escrita en 2014–, expone la situación de la iglesia en la actualidad. En la segunda parte expresa los cambios estructurales que a su juicio deben surgir en la iglesia: Dar primacía a la Sagrada Escritura, los sacramentos como punto de llegada, es decir, como culminación de un proceso de formación, adaptación de los catecismos a las diferentes necesidades, formación de discípulos y misioneros de Cristo, una reforma del clero, sin la cual las demás reformas quedarán sin realizarse, formación de sacerdotes pastoralistas, creación de una cultura católica, una pastoral creativa y aterrizada. Con mucho sentido común, terminó esa carta abierta con un llamado al cambio de actitudes. En la conclusión confiesa que su profeta preferido es Jeremías. Y no es para menos, tengo la impresión de que, como Jeremías, Amatulli sufrirá el martirio de una o de otra forma.
En muchas narraciones propone este mismo cambio, permítanme tomar solo un par de ejemplos de los muchos que hay en la prolífica obra de Amatulli. En La muerte del patriarca,[1] don Filemón es ordenado diácono, pero con la oposición del clero, que no había hecho nada por los feligreses de la parroquia. Después de constatar que ni los sacerdotes ni las religiosas se habían preocupado por los católicos del pueblo, don Filemón se convierte en un verdadero apóstol de su comunidad.
En la misma obra, el relato: “El señor cura con su closet”, se convierte en una crítica de los sacerdotes amantes del lujo y del dinero y de las congregaciones que cobijan y protegen a homosexuales activos.
Me parece que la única novela que ha escrito Amatulli es La droga, pero en ella no solo trata del problema del narcotráfico. Se ve que su inquietud no es solipsista, no es solo la iglesia. El mundo le preocupa. Su rechazo a la Teología de la Liberación se debe a que se centró en la realidad socioeconómica y a ella quiso dar solución, descuidando lo que es propio de la iglesia, la fe. Sin embargo, el método de Amatulli ha sido invariablemente partir de la realidad, pero de la realidad eclesial. En esta novelita manifiesta que no está ciego ante la realidad socioeconómica no solo de México y Latinoamérica, sino también del mundo entero y que le preocupa en serio. En ella, el protagonista es Míster Kunc, un embajador plenipotenciario ante la Organización de las Naciones Unidas, de un nuevo país africano de reciente fundación y muy pobre. Con una cultura muy sencilla, pero con un espíritu infranqueable e incorrompible, nuestro nuevo embajador plantea una solución mundial al problema del narcotráfico. Problema que, en realidad, no es ni difícil de diagnosticar ni difícil de resolver, de no ser por los intereses económicos que en él tienen las grandes potencias. Pero el asunto del narcotráfico está ligado a otros problemas y en el fondo al egoísmo de los poderosos de las naciones, ni siquiera a las naciones mismas. De forma que junto con la solución del problema del narcotráfico se avizoran las soluciones a los grandes problemas de pobreza, deterioro ambiental y otros que afectan a nuestro mundo. En este caso, como en otros muchos, creo descubrir que detrás de Míster Kunc está la personalidad de Amatulli, quien, usando un lenguaje sin pretensiones de academia, revela verdades que son tan grandes y sólidas como catedrales. Nuestro homenajeado podría llamarse, entre otros muchos nombres: Flaviano Amatulli Valente Kunc.
Esto me introduce en el último apartado de mi conferencia:
Amatulli literato
Amatulli es un escritor muy prolífico y fogoso.
Como dije antes, ha publicado libros en el campo de la apologética, usando un lenguaje puntual, con afán de ser preciso y claro, como para usarse como manual.
Ha escrito varios cursos bíblicos y catecismos sacramentales con base bíblica. Estos libros tienen menos intención de ser manuales, son, más apropiadamente vistos, textos que puede uno leer de tiempo en tiempo. Ejemplo de ellos son: Historia de la salvación (1990), Pan de vida (2004), Palabra de vida (2005) y Oremos con la Biblia (2011).
En el terreno del análisis de la realidad eclesial ha escrito mucho. Algunos textos se centran más en la descripción de la situación de la Iglesia, como Éxodo. Hacia una nueva tierra. La Iglesia en momentos de crisis (2012), Fotografías de la realidad eclesial (2012), o Debates para tomar conciencia de la actual situación de la Iglesia (2012), pero Amatulli no es un ave de mal agüero, no tiene interés morboso. Por eso son mucho más abundantes las publicaciones en torno al futuro o lo que él sugiere como futuro de la iglesia: Inculturar la Iglesia. Un reto para el siglo xxi (2008), Cambiar o morir. La Iglesia ante el futuro (2008), Listos para la gran misión (2009), Sueños descabellados. Dibujando un nuevo rostro de Iglesia (2010) y junto a estos y otros libros, muchas narraciones breves, insertas en diversos libros, que plasman la idea de iglesia que Amatulli propone.
Amatulli tiene una veta narrativa importante. Jesús amaba las parábolas. Pero su cultura era esencialmente oral. Amatulli ama el cuento, la narración breve. Con mucha enjundia, no dejando mucho a la imaginación y a la propia interpretación, pues eso favorece las interpretaciones diversas, e incluso la manipulación. Es un hombre de su tiempo y se comunica con los medios a su alcance. Entre las muchas obras narrativas destaca La droga, que ya mencioné, pero ella es especial porque no es el estilo de Amatulli, es una novelita que, como tal, exige su intriga un tanto juguetona y tengo la impresión de que Amatulli es demasiado vehemente, quiere expresar lo que le quema las entrañas y una novela no es medio idóneo, prefiere la narración breve. Pero así como dije que él se identifica, en cierta forma, con Míster Kunc, me atrevo a decir que todas sus narraciones son autobiográficas. En todas se deja ver un rasgo de su personalidad y de sus ideas.
Escribió una serie de libritos con relatos breves que llegan a ser entrañables: ¡Alerta! La Iglesia se desmorona, 2008, ¡Adelante! Les enviaré mi Espíritu, 2010, ¡Ánimo! Yo estoy con ustedes, 2012, en los que refleja por medio de historias breves, las experiencias pastorales de la fraternidad misionera en diferentes países, mezcladas con las expectativas que tiene para el futuro cercano.
Antes de concluir este homenaje, quiero recalcar algo que está en toda la vida y la obra de Amatulli, tan presente en toda ella como la visión de la realidad y la Biblia. Un buen humor que hace fácil la lectura de asuntos muy delicados en incluso tristes. Esto se percibe en el lenguaje sencillo, pero también en las actitudes de sus personajes. Todos ellos, ante la negativa que reciben para aceptar los cambios que proponen, ante las adversidades, sea del tamaño que sea, lo más negativo que profieren es ¡Ni modo, así son las cosas!, expresión muy usual en sus libros. Esta expresión, como otras muchas, reflejan no indolencia o desinterés por lo que pueda pasar, sino un entusiasmo que no se arredra ante la adversidad, que incluso, ni se fija en ella, siempre habrá un resquicio por el que el buen mensaje puede colarse, siempre habrá personas realistas y sensibles que acepten, aunque sea parcialmente su anuncio.
La semana pasada intenté tener una entrevista con el vicario general de la fraternidad misionera, pensando que Amatulli estaría muy ocupado o que no aceptaría tener una entrevista con quién sabe quién. Mi sorpresa fue que él mismo dijo que hablaría conmigo. A los pocos minutos de iniciada la conversación me dijo que tenía cáncer y que tal vez eso le había acentuado la experiencia del amor de Dios. Mis dos padres murieron de cáncer, yo creo que todas las personas que saben que tienen esa enfermedad tienen un cambio radical en su vida, o en su manera de ver la vida, porque muchos ya no tienen tiempo para cambiarla. La noticia, que me pareció como una confidencia, me intrigó y no pude resistir la tentación de preguntar después al vicario general si era cierto que Amatulli tenía cáncer. Tal vez yo había entendido mal. Pero el vicario me lo confirmó, aunque me dijo que no se trataba de algo terminal. Sin embargo, salí de esa visita con varios libros de regalo. Uno muy pequeño, titulado Soñando con los ángeles y los santos, inicia con estas palabras: “Acercándose el momento en que voy a dar el gran paso, empiezo a ver las cosas más allá de lo acostumbrado”. Esto me hizo pensar inmediatamente en la conversación que había tenido con Amatulli. Pensé que tal vez aquellas palabras introductorias eran solamente una estrategia para comenzar el relato, sin embargo, la lectura del librito me reveló que está preocupado por la muerte. En uno de los pequeños relatos dice que siempre le ha dado envidia san José, porque murió en brazos de Jesús y de María.
No quiero alarmarlos, no tengo para ustedes una noticia que no conozcan. Como ustedes, deseo que Amatulli viva muchos años más. Pero como él dice ¡Ni modo, así son las cosas!, hay que morir. Así como la perspectiva de su muerte le acrecienta su experiencia del amor de Dios, así, supongo, debe suceder con ustedes. Mi pregunta es, ¿cómo piensan llevar a la práctica su legado?, ¿los apóstoles de la Palabra están tan dispuestos como él a sufrir la incomprensión de parte de algunos católicos e incluso clérigos, hasta el martirio?, ¿tomarán la estafeta para llevarla mucho más allá de lo que soñó el fundador?
Ahora solo me resta agradecer a quienes me invitaron a participar en este homenaje. Ojalá pronto la fundación misionera sea una Congregación religiosa y hagan realidad esos Sueños descabellados, del fundador.
Gracias.
[1] En ¡Ánimo! Yo estoy con ustedes.
Hace mas o menos 22 años tuve la oportunidad de tener en mis manos el libro» como responder a nuestros hermanos protestantes» , este libro quedo en una ojeada por mera curiosidad, han pasado muchos años desde aquello, en muchas ocasones he sido visitada e invitada a reuniones o eventos, claron no puedo negarlo en mis promeros años tropece mucho al responder al ser cuestionada por ellos en mi fe. Por sobre todas las cosas la he defendido, soy católica, amo mi fe. Ese libro fué de gran útilidad para poder mantenerme firme, y hoy he tratado con gran dificultad lo admito, la poca cultura de leer me afecta, pero estoy tratando de conocer » las sgdas. Escrituras». Hoy mi sr. Jesús me ha hecho un llamado,y aquí estoy dispuesta, a dar todo. Con gran tristeza veo ahora en la cercanía de nuestros sacerdotes los muchos errores en que se caé siendo consagrado, y desperdiciando esos espacios en que se comparten las » homilías» con el pueblo, se debe hablar más de realidades áctuales, así como predicar y actuar. El sto. Padre ya lo ha dicho » basta de iglesías de puertas cerradas», debemos ser una iglesía en salida. Hoy que conozco un poco mas de mi fe la amo mas, y la defendere como ya lo dije antes, por sobre todas las cosas. Cristo es mi fuerza, lo poco que he leído en estos años de la extensa hobra del p. Amatulli me ha ayudado a comprender muchos de los herrores de nosotros los que nos decimos » católicos», esto me da las ganas para coolaborar con màs entrega y desición en lo que esté e mi alcance. Gracías