Por el diácono Andrés García Méndez, fmap.
1. OBJETIVO: Reflexionar sobre el acontecimiento de Pentecostés mencionado en Hechos de los Apóstoles para darnos cuenta que contrasta con el acontecimiento ocurrido en Babel. Y también aprender a desarrollar más la oración de acción de gracias.
2. IDEA CENTRAL: Babel y Pentecostés son dos canteras siempre francas y en acto de la historia. Según san Agustín, en el principio se construyó Babilonia, la “ciudad de Satanás”; en el segundo momento se edifica Jerusalén, “la ciudad de Dios”. Toda nuestra iniciativa civil o religiosa, privada o pública, está ante una elección: o ser Babel o ser Pentecostés. Se es Babel si pensamos sólo en hacernos famosos a nosotros mismos; se es Pentecostés si afirmamos igualmente al otro y sobre todo a Dios. Hay Babel allí donde hay egoísmo y manipulación del otro; Pentecostés allí donde hay amor y respeto.
3. DINÁMICA: Generalmente hemos desarrollado más en la Iglesia Católica la oración de petición y nos falta por desarrollar más la oración de acción de gracias, por eso a continuación les propongo un esquema que pueda ayudarnos a desarrollar la capacidad de dar gracias a Dios.
Demos gracias a Dios por todos los beneficios materiales que hemos recibido, digamos:
Gracias Padre:
-Por el don de la vida y todo lo necesario para mantenernos en ella, por el aire, el sol, el agua, la tierra, las plantas, los animales y por el alimento que nos das.
-Por el don de la salud, por las facultades físicas e intelectuales, por el ejercicio que podemos realizar, por la recreación y por hacer efectivos los tratamientos médicos cuando los necesitamos.
-Por el país en el que nacimos, crecimos y vivimos, por las bellezas naturales que nos has dado. Los ríos, lagos, mares, volcanes, montañas.
-Por la fertilidad de los campos, por la lluvia a su tiempo y por darnos buenas cosechas y por quienes las cultivan.
-Por las fuentes de trabajo en las que podemos ganar el pan de cada día y todos los bienes materiales que hemos podido adquirir honradamente.
-Por los medios de transporte en los que nos desplazamos, por los medios de comunicación que nos unen.
-Por las escuelas, colegios, universidades en los que estudiamos.
-Por los grupos e instituciones en las que participamos.
Gracias Señor:
-Por el inmenso don de la familia.
-Por la madre y el padre que nos diste.
-Por los hermanos, abuelos, tíos y primos con quienes crecimos.
-Por la novia o el novio con quien compartimos el amor.
-Por la esposa o esposo con quien formamos un hogar.
-Por las hijas, hijos, nuera, yernos, nietas y nietos que hemos podido ayudar a crecer.
-Por la suegra, suegro, cuñadas, cuñados, que vinieron a engrandecer a nuestra familia.
-Por los compañeros de estudio, de juegos, de trabajo, de deporte, los vecinos y por los verdaderos amigos que hemos cultivado entre ellos.
-Por todos los que nos sirven y por aquellos a quienes servimos.
-Por los maestros y los alumnos.
-Por los gobernantes y por los gobernados.
-Por los empresarios y los obreros.
-Por la belleza de tu creación, por este hermoso mundo en el que vivimos y por todos los seres humanos con los que lo compartimos. Gracias Señor.
Demos gracias a Dios por todos los beneficios espirituales y sobrenaturales que hemos recibido, digamos:
Gracias Padre:
-Por habernos creado a tu imagen y semejanza.
-Por haber enviado a tu Hijo Jesucristo.
-Por habernos salvado, liberado y rescatado.
-Por habernos adoptado como hijos tuyos.
-Por habernos convertido en templos del Espíritu Santo.
-Por habernos llamado a formar parte de tu gran familia la Iglesia.
-Por habernos dado tu Palabra.
-Por los sacramentos.
-Por todos los medios de crecimiento que has puesto a nuestro alcance (grupos de oración, movimientos, programas de radio, televisión, discos, libros, etc.)
-Por habernos dado a la Virgen María como Madre.
-Por nuestros pastores, maestros, formadores y animadores.
-Por los dones ordinarios y extraordinarios que nos da el Espíritu Santo, para poder servir. Gracias Señor.
Demos gracias a Dios por todo lo que ha permitido que pasara en nuestras vidas, digamos:
Gracias Padre:
-Por mi sexo, mi color, estatura, por mis años,
-por mis triunfos y mis fracasos,
-por mis alegrías y por mis tristezas,
-por los que están a mi lado y por los que se han marchado,
-por los que me aman y por los que me rechazan,
-por los que están vivos y por los que han muerto,
-por mi salud y por mis enfermedades,
-por mis capacidades y mis limitaciones,
-por los hijos sanos y por los especiales,
-por la riqueza y por la pobreza,
-por lo más alegre y por lo más doloroso que haya ocurrido en mi vida, por todo, Gracias Señor.
Demos gracias a Dios por todo aquello de lo que nos ha librado y digamos:
Gracias Padre:
-Por habernos protegido de tantos peligros,
-por habernos librado de tantos accidentes,
-por habernos sanado de tantas enfermedades,
-por habernos librado de caer en las tentaciones,
-por haber apartado los obstáculos de nuestro camino,
-por haber protegido a los seres que amamos,
-por frustrar los planes que contra nosotros se hayan fraguado,
-por cuidar nuestro frágil planeta,
-por tenernos siempre entre tus manos protectoras. Gracias Señor.
Demos gracias a Dios por todo lo que aún tiene preparado para el futuro de nuestras vidas.
-Por las metas que vamos a alcanzar,
-por los estudios que vamos a culminar,
-por el trabajo que vamos a encontrar,
-por los viajes que vamos a realizar,
-por el matrimonio que nos vas a bendecir,
-por los hijos que vamos a procrear,
-por los dones con los que nos vas a bendecir,
-por las oportunidades de servirte que nos vas a dar,
-y sobre todo por tener para nosotros un lugar reservado en el banquete celestial de la vida eterna, en donde con la Virgen María, con los ángeles y los santos celebraremos una Eucaristía que nunca terminará, en la que podremos darte gracias por todo lo que en tu plan perfecto permitiste que pasara en nuestras vidas, pues podremos ver con más claridad, que todo fue para nuestro bien.
La acción de gracias produce en nosotros dos efectos. Por una parte nos hace valorar lo que tenemos, nos ayuda a aceptar con paz los acontecimientos más dolorosos que nos hayan pasado y por otra parte nos libra del terrible mal de la envidia y del resentimiento, pues nos hace conscientes que tenemos más que agradecer, que motivos para estarnos quejando.
4. DESARROLLO DEL TEMA: Los Hechos de los apóstoles 2, 1-3 nos describen así el acontecimiento de Pentecostés. Ante todo son signos externos. Primero, un signo perceptible al oído: “De repente, un ruido del cielo, como de un viento recio, resonó en toda la casa donde se encontraban”; a continuación, un segundo signo perceptible a la vista: “Vieron aparecer unas lenguas, como de fuego, que se repartían, posándose encima de cada uno”; y, finalmente, la realidad que no se ve, pero que es la finalidad de todo: “Se llenaron todos de Espíritu Santo”.
¿Qué quiere decir que “se llenaron todos de Espíritu Santo? ¿Qué experimentaron en aquél momento los Apóstoles? Hicieron una experiencia apasionante del amor de Dios; se sintieron inundados de amor, como por un océano. ¿Cómo lo sabemos? Nos lo asegura san Pablo cuando dice que “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Romanos 5, 5). Todos los que han tenido una experiencia fuerte del Espíritu Santo están de acuerdo al afirmar esto. El primer efecto, que produce el Espíritu Santo, cuando viene sobre una persona es hacerla sentirse amada por Dios con un amor muy tierno, infinito. Todo lo demás (el perdón de los pecados, la gracia, las virtudes teologales) está contenido en este amor. Se vuelve a abrir la comunicación entre Dios y el hombre.
¿Cuál es el signo de que algo nuevo ha sucedido en el mundo? ¡Las lenguas! El relato prosigue, diciendo: “Y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería” (Hechos 2, 4).
Lo extraño es que es que este hablar en “lenguas nuevas y distintas” más que engendrar confusión, como se podría esperar, crea, por el contrario, un admirable entendimiento y unidad. Estaban allí presentes “judíos devotos de todas las naciones de la tierra”; “entre nosotros hay partos, medos y elamitas, otros vivimos en Mesopotamia, Judea, Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia o en Panfilia, en Egipto o en la zona de Libia que limita con Cirene; algunos somos forasteros de Roma, otros judíos o prosélitos; también hay cretenses y árabes; y cada uno los oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua” (Hechos 2, 9-11). Con esto, la escritura ha querido evidenciar el contraste entre Babel y Pentecostés. En Babel todos hablaban la misma lengua y, en un cierto momento, nadie entendía ya más al otro, nace la confusión de las lenguas; en Pentecostés, cada uno habla una lengua distinta y todos se entienden. ¿Cómo es esto?
Para descubrirlo basta observar de qué dialogan los constructores de Babel y de qué hablan los apóstoles en Pentecostés. Los primeros dicen entre sí: “Vamos a edificarnos una ciudad y una torre con la cúspide en el cielo, y hagámonos famosos, por si nos desperdigamos por toda la faz de la tierra” (Génesis 11, 4). Estos hombres están alentados por la voluntad de poder, quieren “hacerse famosos”, buscan su propia gloria.
En Pentecostés, los apóstoles proclaman, por el contrario, “las maravillas de Dios”. No piensan en hacerse famosos, sino en hacer famoso a Dios; no buscan su afirmación personal, sino la de Dios, Por estos todos les comprenden. Dios ha vuelto a estar en el centro; a la voluntad de poder se ha sustituido la voluntad de servicio; a la ley del egoísmo se ha sustituido la ley del amor.
Babel y Pentecostés son dos canteras siempre francas y en acto de la historia. Según san Agustín, en el principio se construyó Babilonia, la “ciudad de Satanás”; en el segundo momento se edifica Jerusalén, “la ciudad de Dios”. Toda nuestra iniciativa civil o religiosa, privada o pública, está ante una elección: o ser Babel o ser Pentecostés. Se es Babel si pensamos sólo en hacernos famosos a nosotros mismos; se es Pentecostés si afirmamos igualmente al otro y sobre todo a Dios. Hay Babel allí donde hay egoísmo y manipulación del otro; Pentecostés allí donde hay amor y respeto.