El Concilio de Cartago, celebrado en el año 397 d.C., es conocido principalmente por haber ratificado el canon de la Sagrada Escritura para la Iglesia en Occidente. Este canon bíblico incluía tanto los libros del Antiguo como del Nuevo Testamento que la Iglesia consideraba inspirados y normativos para la fe y la práctica cristiana.

En sus actas, el Concilio de Cartago determinó lo siguiente con respecto al canon bíblico:

Canon bíblico del Concilio de Cartago (397 d.C.):

1. Libros del Antiguo Testamento:

   – Génesis

   – Éxodo

   – Levítico

   – Números

   – Deuteronomio

   – Josué

   – Jueces

   – Rut

   – 1 y 2 Samuel (1 y 2 Reyes en la versión Septuaginta)

   – 1 y 2 Reyes (3 y 4 Reyes en la versión Septuaginta)

   – 1 y 2 Crónicas

   – Esdras y Nehemías (contados como un solo libro)

   – Tobit

   – Judit

   – Ester

   – Job

   – Salmos

   – Proverbios

   – Eclesiastés

   – Cantar de los Cantares

   – Sabiduría

   – Eclesiástico (Sirácida)

   – Isaías

   – Jeremías

   – Lamentaciones

   – Baruc

   – Ezequiel

   – Daniel

   – Doce Profetas Menores (Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías)

   – 1 y 2 Macabeos

2. Libros del Nuevo Testamento:

   – Los cuatro Evangelios (Mateo, Marcos, Lucas, Juan)

   – Hechos de los Apóstoles

   – Las Epístolas de Pablo (Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, 1 y 2 Tesalonicenses, 1 y 2 Timoteo, Tito, Filemón)

   – La Epístola a los Hebreos

   – La Epístola de Santiago

   – Las dos Epístolas de Pedro

   – Las tres Epístolas de Juan

   – La Epístola de Judas

   – El Apocalipsis de San Juan (Apocalipsis)

Contexto y significado

El Concilio de Cartago no fue el primero en establecer una lista de libros canónicos, pero sí ayudó a consolidar lo que se convertiría en el canon definitivo de la Iglesia latina. El Concilio siguió la tradición establecida por el Concilio de Hipona en 393 d.C., confirmando la misma lista de libros. La determinación del canon fue una respuesta a las diferentes interpretaciones y listas que circulaban en las diversas comunidades cristianas. Al establecer un canon bíblico oficial, el Concilio ayudó a garantizar la unidad doctrinal y litúrgica dentro de la Iglesia.

Este canon fue reafirmado más tarde en el Concilio de Trento (1546) durante la Contrarreforma, en respuesta a la Reforma Protestante, que cuestionó la autoridad de ciertos libros del Antiguo Testamento conocidos como «deuterocanónicos».

La decisión de estos concilios es fundamental para comprender el desarrollo y la composición del canon bíblico tal como lo conoce hoy la Iglesia Católica.