«Cienciología y estupidez”.
Por Maggy Talavera
Un intenso debate, antecedido por una gran polémica, predominó en las redes sociales los últimos días, a propósito de la revelación pública de la presencia en Santa Cruz de seguidores de la Cienciología, una secta presente como Iglesia en más de 200 países, aunque sus miembros suelen decir que no es una religión. Es una pena que ese debate no haya sido acompañado por la mayoría de medios de comunicación con mayor audiencia. Un dato que contribuye a preocuparnos y a ocuparnos de un tema, que no es menor, por mucho que algunos traten de minimizar su impacto.
La revelación de la presencia de cienciólogos en nuestra ciudad no resultó de la denuncia de algún afectado, pese a que ya hay aquí familias dañadas y disgregadas a consecuencia de los conflictos que esa genera. Fue provocada por el propio grupo que trabaja desde hace unos cinco años para ganar adeptos en Santa Cruz y que apostó por acelerar el proceso aprovechando la feria del libro. Lo hizo sin mencionar claramente a la Cienciología: usó etiquetas simpáticas como ‘campaña por los valores’ y el nombre del libro, que es su gancho principal, El camino a la felicidad. Ni la campaña ni el libro son el problema de fondo, sino apenas las puertas que conducen al mismo. Y este no es otro que el de una organización que “usa técnicas antiéticas de manipulación para persuadir y controlar a sus adeptos, que está diseñada para lograr las metas del líder, trayendo como consecuencia el daño a sus miembros, a familiares o a la sociedad”, como dice el experto en sectas Michael Langone.
Esa actividad fue el detonante que abrió las puertas de contención, tras las cuales venían acumulándose dolor, impotencia y terror de padres separados de sus hijos y de parejas divorciadas, frente al poder ganado por quienes comandan la secta aquí y en su sede, en EEUU. Fue así que salieron a luz testimonios desgarradores que tienen su epicentro en nuestra ciudad y que se suman al de centenas ya denunciados en otros países donde operan los cienciólogos, como documentaron HBO, BBC, CNN, entre otros.
Que quede claro que no se trata solo de algunos casos que relatan historias “fantásticas, absurdas y hasta estúpidas”. Son reales y bien lo saben los que han leído algo de Hubbard y su Iglesia, más aún quienes están dentro o siguen de cerca la actuación de cienciólogos. Tampoco se trata de reeditar inquisiciones. Se trata solo de poner los puntos sobre las íes, de despertar a la gente de buena fe y confiada que por muy buena puede ser confundida como débil de espíritu y, por lo tanto, de fácil manipulación.