Años sin vernos. Con licenciatura en teología dogmática y pastoral. Maestro en el seminario. Todo un personaje en los ambientes eclesiásticos. Me imaginaba que pronto íbamos a congeniar y coincidir en muchos aspectos: un servidor, simple misionero entre indígenas y campesinos, y él, el líder indiscutible entre los intelectuales de la diócesis.
Pero no fue así. Bastaron unas cuantas batutas, para darme cuenta de que nuestras posiciones eran irreconciliables.
–¿Qué me importa, si alguien decide cambiar de religión? –fue su comentario a mi experiencia en el campo de la apologética–. Cada quien es libre de hacer lo que quiera. ¿Por qué, en lugar de seguir jugando en defensa, no pasas al ataque, como está haciendo un servidor?
Y me habló de la excelencia de los círculos bíblicos como medio para infiltrarse en todos los ambientes y llenarlos de savia evangélica. Concluyó enfáticamente:
–El futuro está en las manos de los valientes, que miran más allá de los estrechos horizontes del pequeño mundo, en que uno está acostumbrado a vivir.
–Y cuando alguien tiene alguna duda acerca de la fe, ¿qué hace usted?
–Dejo que se pudra. A la gente que duda, no la quiero ver ni en pintura.
Me di cuenta de que mi viejo amigo, vivía en las nubes. Puras frases bonitas y discursos estereotipados. En la práctica, poco o nada. Como dice el antiguo refrán latino: “Pariiuntur montes et nascitur pusillus mus” = “dan a luz las montañas y nace un ratoncito”. Ante tanta insensibilidad pastoral y altanería teológica, decidí hablar de una vez a cartas descubiertas:
–Te la voy a poner de una manera más clara y sencilla: un feligrés ¿tiene derecho a que su pastor le aclare las dudas, que por una razón u otra continuamente surgen a lo largo de su vida de fe? Por otro lado, ¿nunca escuchó hablar de los grupos proselitistas, que no se cansan de martillar continuamente a nuestros feligreses con un montón de preguntas, destinadas a sembrar dudas e incertidumbre en nuestras filas?
–Será en otra parte. Aquí casi no hay de esa gente, que usted menciona –fue su respuesta, tratando de escabullirse.
Evidentemente el famoso teólogo no estaba dispuesto a rendirse ante un simple misionero, cuyo único argumento consistía en la fuerza de los hechos. Entonces, trató de desviar la conversación hacia temas de alta teología, incomprensibles para los simples mortales, metidos en la cotidianidad de la vivencia de la fe.
–Mi querido amigo, ¿acaso te olvidaste de lo que aprendiste en el seminario, cuando estudiaste teología? La fe es un don de Dios. ¿Qué es eso de moverse por aquí y por allá, como si la salvación de los hermanos dependiera de nosotros? Lo que usted está haciendo, es puro proselitismo religioso, algo impensable en nuestros días. ¿No te das cuenta de que, haciendo eso, te pareces a los mismos testigos de Jehová, mormones y evangélicos, que tú pretendes combatir?
Increíble. ¡Hasta qué punto puede llegar la deshonestidad intelectual de uno que se ufana de ser “teólogo y pastoralista” y al mismo tiempo trata de destruir desde la raíz el sentido mismo de la misión, que Jesús encomendó a su Iglesia! ¿Acaso mi viejo amigo no se daba cuenta de que, en orden a la salvación, aparte de la intervención de Dios, que es lo fundamental, es muy importante también la colaboración del hombre?
Pues bien, para no perdernos en una estéril discusión teológica, regresé a la imagen del deporte que él mismo había evocado anteriormente.
–Según tu manera de ver las cosas, en lugar de jugar en defensa, sería mejor pasar al ataque. Te pregunto: ¿De dónde sacaste esta teoría, tan descabellada? Por lo que yo entiendo, un buen equipo, si quiere ganar el partido y no jugar por el simple gusto del espectáculo, tiene que cuidar la defensa y el ataque. En realidad, ¿de qué le sirve poner unos goles en la puerta del adversario, si descuida la defensa y le ponen más goles en la suya?
Ante una lógica tan sencilla, el amigo teólogo y pastoralista ya no pudo aguantar más. Se dio la media vuelta y se esfumó.

PREGUNTAS

1. ¿Qué te parece este relato? Según tu experiencia, ¿refleja la realidad?

2. ¿Cuál sería una buena estrategia, para poder tener éxito en la pastoral?