Ana y Rosa: dos hermanas, totalmente diferentes la una de la otra. Ana, muy apegada a la mamá, profundamente religiosa y muy escrupulosa en el cumplimiento de todos sus deberes, un ejemplo a seguir para toda la familia; Rosa, instintivamente atraída por el papá, con creencias religiosas indefinidas, rebelde por naturaleza, la oveja negra del hogar. Si Ana hacía algo, se podía estar seguros de que Rosa haría todo lo contrario. Así las dos hermanas pasaron la infancia y la adolescencia, siendo Ana el orgullo de la familia y Rosa su pesadilla.
A los quince años, leyendo biografías de santos, Ana empezó a experimentar un fuerte deseo de imitar su ejemplo, haciendo todo lo posible por alcanzar la santidad y salvar almas hasta adonde fuera posible. Habló con el señor cura, que le aconsejó algunos encuentros de discernimiento vocacional, convencido de que Ana era para la vida consagrada, teniendo en cuenta su manera de ser, muy recatada y exageradamente piadosa. Ana obedeció, aunque dichos encuentros más que nada le sirvieron para afianzar aún más su vocación al matrimonio.
–Mi querida hija –no se cansaba de repetirle el señor cura–, realmente no te entiendo: por un lado quieres estar totalmente metida en las cosas de Dios, para alcanzar la santidad y salvar almas lo más posible, y por el otro quieres casarte. ¿No te das cuenta de que es imposible hacer las dos cosas al mismo tiempo? ¿Por qué no optas de una vez por una sola cosa, es decir, por la vida consagrada?
–Señor cura –le contestaba Ana–, ¿qué le puedo hacer? Ni modo; yo soy así: yo quiero al mismo tiempo casarme y luchar con todas mis fuerzas para ser santa y salvar almas. Lo que quiero de su parte, es que me ayude a encontrar la manera práctica de realizar este ideal, que representa el sueño de mi vida.
Ante tanta insistencia, por fin el señor cura se rindió y empezó a guiarla por los arduos caminos de la ascética cristiana mediante oraciones, ayunos y penitencias “por la propia santificación y la salvación de los pobres pecadores”. Haciendo esto, Ana pronto se volvió en el modelo para la juventud de la parroquia. No faltaron muchachas, que, atraídas por su estilo de vida, decidieron seguir sus pasos por el camino de la oración, el ayuno y la penitencia, sumamente preocupadas por la propia santificación y la salvación de las almas.
Naturalmente, como era de esperarse, pronto su hermana Rosa, roída por los celos causados por la fama que cada día más iba adquiriendo Ana, se movió al contraataque. Se le presentó la oportunidad cuando su amiga preferida cambió de religión y la invitó a seguir sus pasos. De inmediato aceptó la invitación y empezó a participar en las actividades del nuevo grupo religioso, especialmente en el culto, hecho de cantos, testimonios y manifestaciones del Espíritu, como el don de lenguas, del descanso en el Espíritu y de sanación.
Una vez bautizada, se presentó al pastor y se puso a su completa disposición, animada por un enorme deseo de “conquistar almas para Cristo”, haciendo todo lo posible por dar a conocer a los demás el nuevo credo religioso.
–Muy bien –le contestó el pastor–. Antes que nada, tienes que tratar de crear en el ambiente un clima de simpatía y aprecio hacia tu manera de ser y actuar. Hecho esto, tienes que ver quiénes están más propensos a seguir tus pasos. Entre estos, escoge a tres y lucha por atraerlos hacia nuestra iglesia. Una vez convencidos, un servidor se encargará de lo demás. Un mes para cada etapa: tres meses en total. A ver qué pasa. Para cualquier duda, me tienes a tu completa disposición.
Después de tres meses, ya un compañero de colegio frecuentaba regularmente el culto. Entonces Rosa volvió al pastor en busca de orientación.
–Pastor, quiero conquistar a más almas para Cristo. ¿Qué tengo que hacer?
–Busca a otros tres alumnos del colegio y lucha por convencerlos acerca de la bondad de este camino de salvación. Para entrar en confianza, una de las estrategias, que han dado mejores resultados, es la siguiente: ir a su casa en busca de ayuda para cumplir con las tareas escolares. Así tienes más oportunidad de presentar tu testimonio de vida y hablar abiertamente acerca de la excelencia de “la vida en el Espíritu”, teniendo en cuenta tu experiencia personal.
–Fíjese que un muchacho me ha solicitado ser mi novio. ¿Cómo tengo que comportarme en este caso?
–Acepta, a condición de que primero se entregue a Cristo, como hiciste tú. Apenas te das cuenta de que está dispuesto a cumplir con esta condición, me lo presentas. Yo me encargaré de lo demás.
Y así, poco a poco, Rosa, la rebelde por naturaleza, se volvió en una humilde y mansa ovejita de Cristo, decidida a todo, con tal de salvar almas, haciendo todo lo posible por acercarlas a Él. Con el tiempo se casó y, juntamente con su marido, se volvió en la pastora de la gente que había logrado conquistar para Cristo.
¿Y Ana? Siguió sin casarse, sumamente preocupada por alcanzar la santidad y salvar almas mediante oraciones, ayunos y penitencias. Ni modo; guías diferentes llevan a resultados diferentes. Entonces, viene la pregunta: “¿Dónde está la clave, para poder pensar en tiempos mejores para la Iglesia?”
PREGUNTAS
1. ¿Qué te parece esta historia? ¿Refleja o no la realidad?
2. ¿Qué necesita la Iglesia para poder avanzar, en lugar de retroceder?