Cuando todos los problemas se resolvían
mediante documentos
P. Flaviano Amatulli Valente, fmap
Había una vez un pastor. Su pasión eran las ovejas. Las conocía a todas una por una y las llamaba por su nombre. Cuando se le perdía alguna, no descansaba hasta encontrarla, y cuando la encontraba, invitaba a vecinos y amigos y organizaba una gran fiesta. Estaba loco por sus ovejas.
Las cuidaba más que a la niña de sus ojos. Las llevaba a los mejores pastos, cerca de los arroyos. A las más débiles las cargaba sobre sus hombros, curaba a las heridas y se desvelaba por atender a las enfermas. Las acariciaba y mimaba. Las ovejas eran todo para él.
Cuando se dio cuenta de que ya no las podía atender personalmente con el mismo cuidado, porque su número iba aumentando cada día más, se rodeó de otros pastores y les enseñó con el ejemplo y la palabra cómo cuidar a las ovejas. Hasta que un día, en un enfrentamiento con los lobos rapaces, perdió la vida.
Pastores y ovejas lo lloraron amargamente. Pero no se desanimaron. Recordando su ejemplo y su palabra, siguieron adelante hasta abarcar toda la región y formar un reino, llamado “Reino de los Pastores”, cuyo emblema era el cayado y cuya Carta Magna unas cuantas frases, que resumían todas las enseñazas del Pastor y estaban centradas en el precepto del amor.
Fueron años maravillosos para el “Reino de los Pastores” o “Reino del Cayado” o “Reino del Amor”, como solían llamarlo la gente de las comarcas vecinas. Su fama llegó a extenderse hasta los confines de la tierra. No había nadie en el mundo, que no hubiera oído mencionar su nombre o visto en algún libro su emblema, un enorme cayado que se elevaba hacia el cielo azul en una extensa pradera, tapizada de ovejas.
Pasaron los años y las cosas fueron cambiando. Los herederos de los antiguos pastores poco a poco empezaron a sufrir el embate de las costumbres de los pueblos vecinos, construyéndose mansiones e instalándose en ellas, en lugar de seguir acompañando a las ovejas de un lugar a otro en busca de alimento.
Así empezó la decadencia del “Reino de los Pastores”. Por todo lado se veían ovejas errantes, enfermas y hambrientas, fácil presa de los lobos rapaces. De vez en cuando se podía ver uno que otro rebaño, guiado por algún pastor a sueldo o dueño de las ovejas, en una continua lucha por defenderse de los lobos y cuidar a las ovejas.
De todos modos, contando cada ciudadano con grandes cantidades de rebaños, no le resultaba difícil conseguir la leche y la carne para alimentarse y la piel para cubrirse. Y con eso se sentían felices. Cuando surgía algún problema, se reunían los principales del reino y estipulaban documentos para preservar el orden y garantizar la paz.
Con el pasar de los años surgieron montones de documentos, cuya interpretación exigía la presencia de “expertos en documentos”, que se volvieron en los verdaderos árbitros del reino. Se llegó al extremo de cambiar el mismo nombre del reino. En lugar de seguir llamándose “Reino de los Pastores”, se llamó “Reino de la Pluma”, cuyo emblema era una pluma gigantesca, que surgía de un cálamo rodeado de libros.
Fueron años difíciles para el antiguo “Reino de los Pastores”. Por un lado había dueños, bien vestidos y alimentados, y por el otro ovejas desnutridas y enfermas, que daban lástima al sólo verlas. Muchas empezaban a emigrar hacia las comarcas vecinas, inducidas por pastores astutos, deseosos de acabar con el antiguo “Reino de los Pastores”, cuya gloria nunca había dejado de despertar envidia.
Ante una situación tan lamentable, no faltaron ciudadanos valientes, que se dieran a la ardua tarea de buscar las causas de tanta decadencia, hasta que un día se toparon con la Carta Magna, que tanto lustro había dado a sus ancestros. Desde entonces su único propósito fue luchar hasta no hacer de la Carta Magna la ley fundamental del reino, retomar las antiguas costumbres y restablecer el antiguo nombre, “Reino de los Pastores”, en lugar de “Reino de la Pluma”, que tanto daño había causado a la nación por la manía de resolver cualquier problema mediante documentos.
Y el “Reino de los Pastores” volvió a su antiguo esplendor, siguiendo el ejemplo y las enseñanzas del Pastor, que dio la vida por las ovejas.