Confiado en la fuerza de la verdad, Pablo VI que, como sustituto de la Secretaría de Estado, había sido uno de los más estrechos colaboradores de Pío XII, decidió en 1964 la publicación de los documentos de la Santa Sede relativos a la segunda guerra mundial.
Los archivos de la Secretaría de Estado conservan, de hecho, los dossiers gracias a los cuales es posible recorrer hora a hora las actividades del Papa y de la Santa Sede durante los años a examen. Están todos los discursos y mensajes del Papa; las cartas intercambiadas entre los nuncios y los signatarios civiles y eclesiásticos, muchas de las cuales se conservan también en forma de minutas con las correcciones a mano del mismo pontífice; las notas de la Secretaría de Estado; la correspondencia diplomática entre la Secretaría de Estado, los embajadores o ministros acreditados ante la Santa Sede, los representantes del Vaticano en el extranjero y los delegados apostólicos.
Todo este material fue recogido en 12 volúmenes y publicado en los años 1965-1982, con el título de Actes et Documents du Saint-Siège relatifs à la Seconde Guerre Mondiale. Cuatro padres jesuitas se encargaron de la publicación, de ordenar los documentos y escribir las introducciones a los diferentes volúmenes: Burkhart Schneider, Angelo Martini, Robert A. Graham y Pierre Blet. El contenido de la investigación entera es de unas doce mil páginas y es desconocida para la mayoría. Por este motivo, el padre Pierre Blet ha publicado un ágil volumen, Pie XII et la Seconde Guerre Mondiale d''aprés les archives du Vatican, para ofrecer al gran público una exposición documentada de la realidad histórica de aquel período.
Entró en la Compañía de Jesús en 1937, y fue llamado a Roma como profesor de Historia Moderna en la Facultad de Historia Eclesiástica de la Pontificia Universidad Gregoriana. Ha enseñado durante diecisiete años historia diplomática en la Pontificia Academia Eclesiástica. Es especialista en las relaciones entre la Iglesia y el Estado en el siglo XVII, profesor emérito de Historia Moderna en la Facultad de Historia Eclesiástica de la Pontificia Universidad Gregoriana.
La prensa no se ha percatado de él hasta que Juan Pablo II, en un viaje a Nigeria, lo mencionó como uno de los mayores expertos en los hechos de Pío XII. Durante una rueda de prensa organizada en el avión que llevaba al Santo Padre al continente africano, los periodistas le preguntaron qué pensaba de Pío XII, y Juan Pablo II respondió: "Era un gran Papa." "Hay gente que ha acusado a Pío XII de haber callado …", insistieron los periodistas, y el pontífice replicó: "Ya se ha dado una respuesta satisfactoria, basta leer al padre Blet …".
"Cuando en marzo de 1939 Pío XII se convirtió en papa -cuenta Blet-, el mundo estaba en paz. E indudablemente, a través de discursos solemnes, llamadas a los gobiernos, a los dirigentes políticos y la diplomacia secreta, él intentó como nadie en el mundo impedir la guerra y restablecer la paz.
"Pocos recuerdan que él propuso, en mayo de 1939, una conferencia entre Italia, Francia, Gran Bretaña, Alemania y Polonia para impedir el conflicto. Las respuestas negativas de algunos gobiernos no desanimaron al Papa que, incluso al precipitarse la situación con el pacto germano-soviético, intentó intervenir. El 23 de agosto a las 19.00 horas, el papa habló por Radio Vaticana a los gobernantes del mundo insistiendo en que "Nada se pierde con la paz. Todo se pierde con la guerra". Sin embargo, pocos días después las tropas de la Wehrmacht cruzaron las fronteras polacas.
"Pío XII intentó entonces mantener a Italia fuera de la guerra. El 21 de diciembre se encontró con el rey Víctor Manuel y la reina Elena. Y no obstante, aunque no se contemplara en el protocolo, él mismo intercambió la visita, con la intención de convencer a los soberanos a permanecer fuera del conflicto. Cuando Joachim von Ribbentrop vino a Roma en 1940, Pío XII quiso recibirlo en audiencia para exponerle las razones de la paz. Concertó además una doble intervención, una carta suya y otra del presidente americano Franklin Delano Roosevelt al jefe del gobierno italiano para persuadirlo de que no entrara en la guerra. Pero todo fue en vano.
Algunos sostienen que Pío XII tenía simpatías filogermánicas…
"No es verdad. Por un documento del Foreign Office resulta que Pío XII estaba en contacto con los generales alemanes que querían derrocar a Hitler. Pío XII transmitió a Londres la propuesta de los generales alemanes que querían derrocar al dictador y pedían garantías para una paz honorable. Pero los ingleses no se fiaron y dejaron caer en saco roto la propuesta.
"Resulta, además, por un documento que he encontrado en el archivo de la embajada de Francia en Roma, que, en mayo de 1940, Pío XII hizo llegar secretamente a los embajadores de Francia e Inglaterra la fecha exacta en la que comenzaría la ofensiva alemana. Una información de importancia vital que Pío XII no tuvo dudas en comunicar.
Se echa en cara a Pío XII el no haber hecho una denuncia pública del nazismo.
"Pío XII consideró varias veces la posibilidad de hacer una denuncia pública del nazismo. Pero sabía también que ponía en riesgo la vida de muchas personas. Ya había ocurrido después de la publicación de la Mit brennender Sorge, y había tenido la oportunidad de ver que no había producido beneficio alguno, al contrario, la situación se había agravado. Pío XII sabía que una declaración pública "debe ser considerada y sopesada con seriedad y profundidad, en el interés de aquellos que más sufren".
"Incluso la Cruz Roja llegó a las mismas conclusiones: "Las protestas no sirven y, es más, podrían producir daño a las personas que se intenta ayudar."
"A este propósito, el americano Robert M. W Kempner, fiscal en el Tribunal de Nuremberg contra los crímenes de guerra, ha escrito: "Todos los argumentos y los escritos de propaganda utilizados por la Iglesia católica contra Hitler habrían conducido sólo a un suicidio. A la ejecución de los judíos se habría unido la de los sacerdotes católicos."
"De hecho, una posible declaración pública de Pío XII habría dado pie a presentar al Santo Padre como enemigo de Alemania. Pío XII, como pastor que era, no podía desentenderse de los católicos alemanes. Al mismo tiempo, el Papa no se hacía ilusiones sobre las intenciones del Tercer Reich. Mientras el Papa permanecía en silencio, la Secretaría de Estado, las delegaciones apostólicas y toda la Iglesia llevaban a cabo una extensa acción de ayuda a los judíos y a las víctimas de la guerra.
Una de las acusaciones contra Pío XII es la de no haber hecho lo suficiente por los fugitivos judíos.
"Se trata de una calumnia. Los volúmenes 8, 9 y 10 de las Actes et Documents du Saint-Siége relatifs à la Seconde Guerre Mondiale están llenos de documentos en los que las comunidades judías, los rabinos de medio mundo y otros fugitivos agradecen a Pío XII y a la Iglesia católica las ayudas y todo lo hecho en su favor. Además, el padre Robert Leiber, secretario particular de Pío XII, me ha confirmado que el Papa Pacelli usó su fortuna personal para ayudar a los judíos perseguidos por los nazis.
"En Croacia, Hungría y Rumania, los nuncios papales bajo solicitud directa de Pío XII lograron suspender varias veces las deportaciones.
"En su mensaje navideño de 1942, Pío XII denunció todas las crueldades de la guerra, la violación del derecho internacional que permitió crímenes al límite del horror y evocó a "los centenares de personas que, sin ninguna culpa, sólo por su nacionalidad o su raza, son destinadas a la muerte". El 2 de junio de 1943, en su alocución consistorial, Pío XII volvió otra vez sobre el tema hablando de aquellos "que a causa de su nacionalidad o de su raza están destinados al exterminio, y advirtió que nadie puede seguir violando las leyes de Dios impunemente".
"Pío XII no se preocupó sólo de los judíos, extendió la acción caritativa de la Iglesia a todas las víctimas de la guerra, sin distinciones de nacionalidad, de raza, de religión o de partido. Pío XII procedió silenciosa y discretamente a riesgo de parecer pasivo e indiferente, pero llevó ayuda segura a las víctimas de la guerra."
La encíclica jamás publicada, los archivos secretos y la correspondencia con Hitler.
En junio de 1938, mientras en Alemania y en los países filonazis arreciaba el odio racial, el jesuita americano John LaFarge, de paso por Roma, fue llamado de improviso por Pío XI. El Papa tenía en mente preparar una encíclica contra el racismo. John LaFarge no lo sabía, pero Pío XI había leído con atención su Interracial Justice, un libro donde el joven jesuita había explicado que la división del género humano en "razas" no tiene fundamento científico alguno, ninguna base biológica, es sólo un mito que sirve para mantener los privilegios de las clases sociales más favorecidas.
Los historiadores que han reconstruido la historia sostienen que la audiencia tuvo lugar el 15 de junio y que Pío XI encargó a LaFarge la labor de trabajar para la encíclica Humani generis unitas ("La unidad del género humano").
También este suceso, que confirma la determinación con la que la Santa Sede condenaba el racismo, se ha convertido en fuente de calumnias contra Pío XII, quien, según sus detractores, habría renunciado a la publicación de la encíclica.
"Esto es hipocresía por parte de quien ataca a Pío XII -afirma el padre Blet-. Es verdad que Pío XI había mandado preparar una encíclica que iba dirigida contra el racismo en general. No se hacía referencia explícita al antisemitismo. Pío XI pidió al padre jesuita John LaFarge, un especialista en la cuestión racial que entonces se encontraba en Roma, que preparara el borrador de la encíclica. LaFarge trabajó todo el verano y luego entregó el texto al general de la Compañía, que lo envió para su lectura a la Civiltá Cattolica. Yo he tenido oportunidad de leer el texto y es evidente que la encíclica no estaba a punto. Se trataba sólo de un primer borrador. Había varios argumentos interesantes pero no era ni mucho menos publicable. En un punto, LaFarge escribió que "Es justo rechazar el sentimiento antisemita, pero esto no significa que no se deba tener cuidado con los judíos". No puedo imaginar qué habría ocurrido si Pío XII hubiera autorizado la publicación de aquel texto.
El rabino David Rosen, presidente de la sección israelí de la Anti Defamation League, ha sugerido la cuestión del conocimiento previo de los campos de la muerte. Según Rosen, Pío XII conocía la existencia porque Gerhart Riegner, actual vicepresidente del World Jewish Congress, envió una carta a un nuncio en 1942 describiendo cuanto ocurría en los campos de exterminio. Pero en los doce volúmenes publicados después por la Santa Sede sólo se recoge una breve nota con la que Riegner acusa recibo de la respuesta del Vaticano, en la que se promete valorar cuanto él escribiera. Hemos preguntado al padre Blet cómo se desarrollaron exactamente los hechos.
"Circulaban muchas voces relativas a los campos de exterminio en aquella época. El mismo embajador polaco, refugiado en el Vaticano, sostenía que los nazis estaban masacrando a los judíos. Pero era muy difícil verificar la realidad de los hechos. En todo caso, Pío XII ya en el mensaje de Navidad de 1942 habla expresamente contra aquellos que "por razón de su nacionalidad o raza persiguen, condenan a muerte o a la esclavitud" y repitió esta denuncia en el discurso del 2 de junio de 1943. En aquel momento, nadie denunció los crímenes alemanes contra los judíos. Sólo en 1943, una declaración conjunta de los aliados denunció de un modo genérico los abusos de los alemanes, pero todavía no se hablaba ni de judíos ni de campos de concentración."
En cuanto a la carta de que habla Rosen, el padre Blet precisa:
"Gerhart Riegner envió al cardenal Bernardini, nuncio en Berna, una memoria en la que habla de la situación de los judíos en Europa central y oriental, con una mención particular a los judíos eslovacos. En la memoria se pedía al Santo Padre que interviniera. Esta memoria fue transmitida al cardenal Maglione el 19 de marzo de 1942. Poco después, y como ya había ocurrido antes, el Santo Padre encargó al nuncio de Bratislava que interviniera a favor de los judíos eslovacos. Todo está escrito en el volumen VIII, página 466, de las Actes et Documents du Saint-Siége relatifs á la Seconde Guerre Mondiale. Es evidente que no hemos ocultado nada.
"Con motivo de este y otros sucesos, el rabino Leo Klenicki de la Anti Defamation League ha pedido la reapertura de los archivos vaticanos…
"La postura de desconfianza en relación con el trabajo ya desarrollado me parece absurda. Si no se cree en la honestidad de nuestra publicación, se podría dudar también del archivero que habría podido destruir cualquier documento.
"Entiendo que es muy sugerente hablar sobre quién sabe qué historias sobre la actuación de Pío XII, pero la realidad es muy diversa. Para escribir los doce volúmenes hemos trabajado con intensidad, siguiendo los mismos criterios utilizados para la publicación de los volúmenes relativos a los años cuarenta del Foreign Relations of the United States, es decir: no publicar documentos que tengan relación con personas todavía vivas o que obstaculizasen asuntos en curso.
"Además hay que considerar que, tratándose de un archivo no abierto al público, no existían inventarios sistemáticos orientados al estudio; los documentos no estaban clasificados, ni en orden estrictamente cronológico, ni en orden geográfico. Los de carácter político, con relación a la guerra, se encontraban junto a documentos de carácter religioso, canónico y también personal, encerrados en cajas bastante manejables pero quizá de un contenido distinto. Informaciones relativas a Gran Bretaña se podían encontrar con dossiers sobre Francia, si la información había sido enviada a través del nuncio en Francia, y, naturalmente, intervenciones a favor de prisioneros belgas en las cajas del nuncio en Berlín. Era necesario, por ello, examinar cada caja y recorrer todo el contenido para identificar los documentos relativos a la guerra. La investigación se hizo más simple gracias a una antigua regla de la Secretaría de Estado en vigor desde tiempos de Urbano VIII, la cual obligaba a los nuncios a tratar un único asunto por cada carta . Quedan todavía por hacer el inventario y la clasificación para que se pueda abrir a los investigadores.
"Querría además hacer una precisión. Se habla de archivo secreto del Vaticano, pero el término "secreto" tiene hoy un significado distinto del original de archivo "privado" de la Santa Sede. Por razones de conciencia, la Santa Sede tiene interés en que los investigadores puedan acceder a estos archivos para establecer la verdad histórica. Me parece difícil que puedan aparecer elementos que contradigan cuanto se ha mostrado ya ampliamente en los documentos publicados.
"En el mundo periodístico circulan sugestivas hipótesis, como la de un mensaje del Papa a Hitler.
"Conozco la fuente de estas noticias. Le Monde del 3 de diciembre pasado menciona como ausente en nuestra publicación la correspondencia entre Pío XII y Hitler. Como ya escribí en La Civiltá Cattolica, si no hemos publicado la correspondencia entre Pío XII y Hitler es porque sólo existe en la fantasía del periodista de Le Monde. Éste sostiene que hubo contactos de Pacelli, nuncio en Alemania, con Hitler, pero no tiene en cuenta las fechas. Hitler llegó al poder en 1933, monseñor Pacelli había vuelto a Roma en 1929, y Pío XI lo había hecho cardenal y secretario de Estado el 16 de enero de 1930. Además, si tal correspondencia hubiera existido, las cartas del Papa se hubieran conservado en los archivos alemanes y habría habido menciones en los archivos del Ministerio de Exteriores del Reich. Las cartas de Hitler habrían acabado en el Vaticano, pero habría mención en las instrucciones de los embajadores de Alemania encargados de entregarlas. Visto que no existe ninguna prueba de todo ello, se debe afirmar que la seriedad de nuestra publicación ha sido puesta en duda sin ninguna prueba.
http://webs.demasiado.com/pioxii/entrevista.html