Por el Diác. Emmanuelle Cueto Ramos, fmap
«En el trato que le demos a la liturgia se decide el destino de la fe y de la Iglesia» Con estas palabras del entonces Cardenal Joseph Ratzinger deseo comenzar esta reflexión no sin antes aclarar que todo esto parte de un profundo interés por los misterios de Dios que han crecido a lo largo de mi formación Filosófica-Teológica.
¿Qué es la liturgia? ¿Es tan importante actualmente para la vida del creyente? No trataré de dar una definición de qué es liturgia ¿Por qué? porque ya existen muchas y oficiales definiciones y para un estudio más exhaustivo cabría algo más que un simple artículo como este. Pero el eje de esta reflexión es sobre el trato que le damos a la liturgia de la cual habla Ratzinger, es el eje de esta reflexión.
Generalmente los feligreses al escuchar “Liturgia” inmediatamente suelen asociarlo exclusivamente a los ritos. Y no es que no sean parte de la liturgia, en realidad dentro de la liturgia hay ritos, pero no sólo eso, hay gestos que hablan por sí solos, hay palabras y acciones que manifiestan el lenguaje de los hombres a Dios y de Dios a los hombres.
Esto sin embargo y con el tiempo, ha pasado a segundo término ¿En razón de qué? De que con el afán de hacer más partícipes a los feligreses, sosteniendo una falsa idea de libertad, llegamos incluso a vulgarizar este lenguaje sagrado, creando e innovando en campo litúrgico sin medida ni cuidado pastoral. Esto que lees mi querido lector, no es tan raro como parece. Es así como puedes darte cuenta –si eres feligrés asiduo a la Iglesia- cuando un sacerdote cambia o agrega cosas indebidas a la liturgia y en más de alguna ocasión te habrás preguntado: ¿Qué es esto? ¿Por qué mi párroco no hace esto? ¿Por qué esté padre agregó estas cosas? Etc. Etc.
El Concilio Vaticano II en la Sacrosanctum Concilium n°10 dice: “No obstante, la Liturgia es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza. Pues los trabajos apostólicos se ordenan a que, una vez hechos hijos de Dios por la fe y el bautismo, todos se reúnan para alabar a Dios en medio de la Iglesia, participen en el sacrificio y coman la cena del Señor.”
Esto nos dice que la Liturgia como tal representa el culmen, es decir la meta a la cual debemos llegar como cristianos en nuestro obrar cotidiano con miras a la eternidad. Se dice “La fuente de donde mana toda su fuerza” ¿De dónde tomamos los cristianos la fuerza para vencer al maligno? Precisamente de los sacramentos y ¿En dónde es que recibimos estos sacramentos como fuerza para nosotros? Precisamente de una acto dentro de la Liturgia.
La fuerza, significación y elocuencia de los gestos, posturas y ritos en la liturgia no están en sí mismos, ya que son humanos, sino que la reciben de quién es la fuente primera de todas las gracias divinas: Dios. Sólo entendiendo la liturgia como obra de Cristo sacerdote –acción divina de Dios para el bien y salvación de los hombres- y participación terrena de los dones eternos, permitirá que se evite mundanizarla y vulgarizarla.
Este lenguaje sagrado dentro de la liturgia: gestos, posturas, palabras, ritos, etc. Dejan de ser sagrados, incluso dentro de alguna celebración litúrgica, cuando las acciones humanas toman el primer lugar relegando a Cristo como centro de todo acto celebrativo dentro de la Iglesia. Tendríamos que preguntarnos entonces: Si el futuro de la Iglesia y de la fe se definirá en el trato que le demos a la liturgia ¿Vamos por buen camino? Cuando deseamos hacer más asequible y cercana la liturgia al grado de vulgarizarla y mundanizarla, la estamos despojando de aquello que precisamente la hace sagrada y la convertimos en un tiempo de entretenimiento, en un show, en cualquier cosa menos en lo que es: un acto de fe como respuesta a algo externo a mí: Lo sagrado.
Hay por otra parte quienes en afán de hacer todo lo que dicen los libros al pie de la letra fijándose más en las rúbricas (letras rojas) desatienden las realidades pastorales de cada lugar, cultura y sociedad. Y esto lleva también a una rigidez litúrgica excesiva que muchas de las veces no dice nada al creyente ¿Por qué? Porque no hemos dedicado el tiempo suficiente en explicar cada cosa. Administramos sacramentos al por mayor, sin siquiera fijarnos si quien recibe un sacramento o participa de alguno, tiene idea alguna del acontecimiento salvífico que presencia.
¿Qué sería del creyente si se le explicara no sólo en la catequesis (que se supone que se hace) sino en otro momento o incluso en acto mismo en que se administra un sacramento? La liturgia tiene un lenguaje, significa algo, pero ese significado se pierde cuando la otra persona desconoce este lenguaje y lo ve más como un acto exterior corporal o rígido.
Ratzinger cuando habla sobre el trato a la liturgia, no sólo expresa su preocupación por el rito, y las expresiones exteriores sino por el desconocimiento profundo de lo que realizamos. Y es que la mayor preocupación no debería venir de los feligreses, sino de nosotros como ministros ordenados que somos administradores de las gracias divinas y que desvalorizamos lo sagrado. ¿Quién no ha visto la realización de un bautismo o boda exprés? Y ¿Luego? El que sigue… el que sigue… Misa tras Misa como tiro de metralleta.
Culpa también existe en los seminarios o universidades donde se forman los futuros pastores de almas ¿Por qué? Porque se forman para ser académicos en liturgia, no amantes del Misterio, amantes del sacerdote por excelencia: Cristo. Y nadie puede hacer amar algo que él mismo no ama y en muchos de los casos, lo ve como simple forma de vivir cómodamente.
Ni ser rubricistas (al pie de la letra rojita del Misal) que no tomen en cuenta la realidad parroquial, ni ser innovadores desenfrenados que mundanicen lo más sagrado: La liturgia. Lo cierto es que si valoramos, amamos, respetamos y procuramos la liturgia como el espacio en donde podemos alimentarnos de las gracias divinas, considero que siempre buscaremos que este espacio sea digno de ser depositario de los dones sagrados de Dios.
Sea como sea, esto puede causar molestia en algunos, porque rompe con el esquema usual e incluso habitual de muchos hermanos míos en el clero. Pero sepamos una cosa: es el grito de muchos fieles, el grito silencioso de muchos miembros del pueblo de Dios que deseamos más dignidad, sin exageraciones, más dignidad a lo que por institución divina, pasó de ser simples actos externos a: Signos sagrados.