Los diversos cursos y conferencias que impartimos los Apóstoles de la Palabra abren el apetito de los laicos en orden a la profundización de la fe y a la búsqueda de la santificación personal.

Por Jorge Luis Zarazúa Campa, fmap
vivenciaComo subdirector del Departamento “Promotores y Defensores de la Fe”, perteneciente al Movimiento Eclesial “Apóstoles de la Palabra”, una de mis tareas es visitar continuamente a los distintos grupos a lo largo y ancho de la República Mexicana.

Esta actividad me permite conversar con las hermanas y los hermanos que generosamente realizan este bello apostolado y conocer sus inquietudes, experiencias y testimonios.

Realmente es una labor enriquecedora, puesto que me permite orientar a los Promotores y Defensores de la Fe al mismo tiempo que aprendo mucho de ellos, de su entrega incondicional al anuncio del Evangelio y a la Nueva Apologética (defensa de la fe).

Al conversar con ellos, descubro que hay una constante que ha llamado mucho mi atención. Por lo general, los Promotores y Defensores de la Fe son personas que se acercaban poco a la Iglesia, con muchas dudas a causa del constante visiteo de las sectas y la conversación con familiares, amigos y vecinos que se apartaron de la Iglesia.

Muchos de ellos acudieron a su parroquia en busca de ayuda y no la encontraron.
Se trataba, pues, de católicos alejados que a causa de algún folleto, algún cassette o la charla con alguien que conoce la literatura del Movimiento o ha participado en alguno de nuestros cursos, aclararon sus inquietudes y decidieron “ayudar a los que tienen dudas” (Cfr. Judas 22), integrándose a un grupo de Promotores y Defensores de la Fe.

Su encuentro con la Nueva Apologética es un encuentro con un aperitivo, palabra definida por algunos diccionarios como algo que “abre el apetito”. Esto es lo que ha representado para los Promotores y Defensores de la Fe su acercamiento a la Nueva Apologética.

Con inmenso gusto se acercan a la Sagrada Escritura, que leen y meditan asiduamente. Pero también empiezan a interesarse en profundizar su fe, participando en cursos sobre Eclesiología, Cristología, Mariología, Liturgia, Religiosidad Popular, Sagradas Escrituras, Derecho Canónico, Sacramentaria, Dogmática, Moral social, Historia de la Iglesia y tantas otras más.

Aunque ordinariamente no les gustaba leer, adquirieron el gusto por la lectura, que ejercitan ahora leyendo los Documentos del Concilio Ecuménico Vaticano II, los del Magisterio latinoamericano (especialmente Puebla y Santo Domingo) y los documentos del Magisterio Pontificio, como Evangelii nuntiandi, Christifideles laici, Redemptoris missio, por citar sólo algunos. En sus hogares puede encontrarse pequeñas bibliotecas, con muy variados libros que leen y releen con frecuencia.

Proporciona una inmensa satisfacción verlos leer y meditar la vida de los Santos, orar con la Biblia y la Liturgia de las Horas y tomar en serio el asunto de la propia santificación, interesándose en lecturas espirituales, desde el clásico “Imitación de Cristo” hasta los más actuales libros de espiritualidad.

Y todo esto, no como meros receptores, sino como protagonistas de la Evangelización, en la que participan con entusiasmo, dedicación y alegría, convirtiéndose en verdaderos modelos al interior de su comunidad parroquial, por su entrega generosa a la misión.