Por el P. Flaviano Amatulli Valente, fmap 

 

Para el católico común, hablar de negocio, es hablar de estafa, engaño, algo que tiene que ver con la explotación de los demás. No se piensa en los beneficios que puede generar un negocio, sea para el dueño que para los demás. Lo mismo con relación a la empresa. Todos quieren trabajar en una empresa, pero ¡ay del empresario!, que es visto siempre como el explotador, es decir, el que gana más a costillas de los trabajadores. 

Viendo las cosas de esta manera, a nadie se le ocurre hablar de una parroquia o diócesis como empresa o negocio, o de un obispo o párroco como empresario. Pero, ¿qué tal  si se empieza  a ver las cosas desde esta nueva perspectiva? Se empieza a actuar de otra manera, no dejándolo todo a la improvisación o a los humores del momento, sino haciendo todo lo posible para que las cosas funcionen, no cayendo en la rutina, sino inventando cualquier cosa para que la empresa prospere. 

Si se ve que la empresa-parroquia necesita más personal para su funcionamiento, hay que proporcionárselo. No hay ninguna razón para reducir el personal al párroco, la secretaria y el sacristán. Más personal, mejor atención pastoral y más ingresos. Una buena administración parroquial da para todo y para todos. También para algunos diáconos permanentes y agentes de pastoral a tiempo completo o a medio tiempo. Todo es cuestión de organización. Se gasta para construir templos y adornarlos; en ocasiones se despilfarra dinero en carros lujosos y largas vacaciones en el extranjero…. ¡y no hay dinero para la evangelización y la atención pastoral del pueblo! 

Además, actuando así, la Iglesia tiene la oportunidad de colaborar de una manera más efectiva al desarrollo de la sociedad, creando fuentes de trabajo remunerado con gente dedicada a la pastoral. Si una agrupación religiosa no católica por cada 50-100 miembros cuenta por lo menos con una o dos personas que viven del culto, ¿por qué también nosotros no podemos hacer algo parecido? ¡Imagínense a cuánta gente podríamos proporcionar un empleo y cuántos católicos podrían tener la oportunidad de ser mejor atendidos! Pues bien, para estimular en una parroquia el espíritu de iniciativa y al mismo tiempo detectar su nivel organizativo en orden a una pastoral más efectiva, considero conveniente que cada parroquia informe a la diócesis acerca de la cantidad de personas que están a su servicio a tiempo completo o medio tiempo, su desempeño en la línea administrativa o pastoral y la manera de alcanzar los fondos económicos para su sustento. 

Hoy en día, es urgente dejar de pensar en la parroquia como un feudo o una encomienda (beneficio), destinada a proporcionar el sustento al clero, para empezar a pensar en la parroquia como una empresa, destinada a proporcionar bienes espirituales a un determinado número de personas y al mismo tiempo sostener económicamente a todos los que estén involucrados en su funcionamiento. Para lograr esto, en lugar de pensar solamente en “sacar”, hay que pensar en “invertir” en la parroquia, para que funcione mejor y ofrezca el máximo provecho para todos. 

Pues bien, todo lo que se haga en este sentido, contribuye a dibujar un Nuevo Rostro de Iglesia, una Iglesia más joven y atractiva, más preocupada por el bien de sus hijos y de toda la comunidad.