Por el padre Jorge Luis Zarazúa Campa, FMAP
Algunas comunidades cristianas critican las procesiones católicas, argumentando que son una invención humana sin base en la Biblia. Sin embargo, cuando exploramos las Sagradas Escrituras, descubrimos que estas prácticas tienen raíces profundas en la fe del pueblo de Dios.
Procesiones en el Antiguo Testamento
Desde el inicio, Dios instruyó a su pueblo a rendirle culto con gestos visibles y públicos. En varias ocasiones, los israelitas realizaron procesiones solemnes para expresar su fe:
• El Arca de la Alianza: El rey David organizó una gran procesión para trasladar el Arca a Jerusalén, con cantos, instrumentos y danzas en honor a Dios (2 Samuel 6,12-15).
• Las peregrinaciones a Jerusalén: Los salmos de las subidas (Sal 120-134) eran cantados por los israelitas mientras caminaban en procesión hacia el Templo.
• La marcha alrededor de Jericó: Dios mismo ordenó a Josué que hicieran una procesión alrededor de la ciudad durante siete días, hasta que los muros cayeron (Josué 6,3-5).
Estos eventos muestran cómo el pueblo de Dios expresaba su fe en comunidad, con gestos y signos concretos.
Procesiones en el Nuevo Testamento
En el Evangelio, también encontramos ejemplos de manifestaciones de fe en forma de procesión:
• La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén: Jesús fue recibido con palmas y alabanzas mientras avanzaba en medio del pueblo (Mateo 21,8-9).
• El Vía Crucis: Jesús llevó su cruz en procesión por las calles de Jerusalén hasta el Calvario (Lucas 23,26-32).
• Las multitudes que seguían a Jesús: Muchas veces, la gente caminaba junto a Él en señal de fe, como cuando lo acompañaban para escuchar sus enseñanzas (Mateo 4,25).
Las procesiones en la Iglesia Católica
Siguiendo esta tradición bíblica, la Iglesia ha mantenido las procesiones como parte de su liturgia y devoción. En eventos como el Corpus Christi, la Semana Santa y las peregrinaciones marianas, los fieles expresan públicamente su amor a Dios.
Las procesiones no son meros desfiles, sino actos de fe y oración comunitaria. Nos recuerdan que somos un pueblo en camino hacia la Jerusalén celestial (Hebreos 13,14).
Conclusión
Las procesiones tienen un sólido fundamento bíblico. Desde el Antiguo Testamento hasta nuestros días, han sido una forma de expresar públicamente la fe y la comunión con Dios. Son una hermosa tradición que nos une como Iglesia peregrina, caminando juntos hacia la eternidad.