La disminución del número de católicos en el continente latinoamericano y el avance de las sectas ha sido uno de los temas más comentados en los medios de comunicación. Sin embargo, algunos días antes de la visita de Benedicto XVI, el obispo Fernando Figueiredo, integrante de la Congregación para el Clero de la Santa Sede, anunciaba que el Papa encontraría una “nueva vitalidad misionera” en Brasil, según recogía la agencia AFP.

“Tuvimos la invasión de diferentes sectas y denominaciones, que aún continúa”, pero ahora “la Iglesia católica en los últimos años está cada vez más presente en todo nuestro territorio, ocupando los espacios que antes había cedido”, dijo Figueiredo, obispo de Santo Amaro, una ciudad vecina a Sao Paulo. Los números oficiales de religión en Brasil datan del censo oficial del año 2000, que ubicaba los católicos en alrededor de 74% de la población total que hoy suma 187 millones de brasileños.

La encuestadora Datafolha divulgó un estudio que indica que los católicos se habrían reducido del 74% al 64% de la población en los últimos diez años, mientras que los evangélicos pentecostales habrían aumentado del 11 al 17%. Los más recientes estudios señalan, sin embargo, que la sangría de fieles de la Iglesia católica es mucho menor en la actual década que en las anteriores, frente a algunas afirmaciones que suelen hacerse.

Para entender estos datos hay que tener en cuenta que la Iglesia promueve la esperanza entre los más pobres de la sociedad sin condicionarles sin embargo en la elección de la fe católica a través de la perspectiva de un cambio en sus condiciones de vida desesperadas, según Joaquim Mol Guimarães, obispo auxiliar de Belo Horizonte (Minas Gerais, sudeste del Brasil), que en nombre de la Conferencia Episcopal de Brasil (CNBB) ha analizado con la prensa los datos de una investigación divulgada por la Fundación Getúlio Vargas (FVG).

Las bolsas de pobreza en la periferia de las grandes ciudades favorecen la difusión de un tipo de teología de la prosperidad, promovida por una serie de sectas neopentecostales que vinculan la adhesión a la fe en Jesucristo a una presunta ascensión social, según la información de la agencia Zenit. En este contexto, el estudio desmitifica la idea difundida sobre un acentuado abandono de los católicos a favor de las sectas y de las Iglesias neopentecostales entre los estratos más pobres de la sociedad.

Según datos de la investigación de la FVG, entre 2000 y 2007, se ha dado un crecimiento absoluto del número de católicos en Brasil, paralelo al crecimiento de la población. En 2000, los católicos eran 125,5 millones; en 2007, son 139,2 millones. Entre 2000 y 2003, el porcentaje de católicos se mantuvo igual, es decir el 74% de la población brasileña. «Esto deriva, obviamente, de una acción evangelizadora articulada de la CNBB», dijo monseñor Joaquim Mol.

El estudio demuestra que el número de quienes afirman no tener una pertenencia religiosa ha descendido desde un 7,4% de 2000 a un 5,1% de 2003. Este descenso se verifica sobre todo entre los estratos más pobres de la población. «El estudio indica claramente que necesitamos trabajar en las periferias», observó el obispo. «El nivel de pobreza, de miseria, de las personas que viven en periferia es muy alto. La situación de miseria deja a la persona humana a la merced de propuestas religiosas que indican una vía de solución a su vida y a esta situación», explicó el prelado a Zenit.

Según el obispo, las personas, en la medida en que logran salir de la pobreza, «no condicionan su opción religiosa, o incluso la decisión de cambiar de religión, basándola en esta esperanza en el camino religioso». «Las personas, al tener mejores condiciones de vida y más dignidad, se sienten más libres de adherirse a la fe, que es un acto libre de cada persona», añadió.

«No pueden ser de ningún modo condicionadas por promesas de soluciones relativamente fáciles. El mejoramiento de las políticas públicas respecto a los más pobres hace a las personas más libres de iniciar un proceso de adhesión a una propuesta de vida que está contenida en el Evangelio de Jesucristo», subrayó. «Nuestra presencia como Iglesia entre los más pobres es una presencia para alimentar la esperanza de estas personas sin crearles ilusiones, para que se dejen implicar en los procesos políticos capaces de favorecer su vida en las políticas públicas y participen en programas desarrollados por la misma Iglesia», afirmó el obispo.

CORTESÍA DE RIES

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