En busca de un Nuevo Modelo de Iglesia

Desde el Papa San Juan XXIII hasta el Papa Francisco,

cada uno ha ido poniendo su granito de arena

para poner al día a la Iglesia,

 teniendo en cuenta el cambio de época en que vivimos.

 

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Por el p. Flaviano Amatulli Valente, fmap

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SAN JUAN XXIII,

el Papa carismático

En lugar de ser un simple papa de transición (1958-1963), después del largo pontificado de Pío XII, san Juan XXIII se salió con el Concilio Ecuménico Vaticano II (1962-1965), sorprendiendo a todos, propios y extraños, y despertando todo tipo de reacciones. ¿Su objetivo? “Poner al día” la Iglesia, una enorme tarea que, posiblemente, aún se encuentra en los comienzos.

Así son las cosas de Dios. El Papa Bueno (así muchos lo definieron desde su aparición en el balcón de San Pedro), que se avienta un paquetazo, que nadie se hubiera podido ni siquiera imaginar. Además, estando enfermo y sintiéndose totalmente incapaz para llevar adelante una tarea tan inmensa.

Por eso, pidió ayuda al cardenal Montini, arzobispo de Milán, muy práctico en semejantes menesteres, habiendo sido con anterioridad Pro- secretario de Estado del Papa Pío XII. Y todo salió bien, aunque el Papa Bueno fuera llamado a la Casa del Padre al terminar la primera sesión.

 

BEATO PAULO VI,

el Papa del Concilio

                Le siguió el mismo cardenal Montini, elegido al supremo pontificado con el nombre de Paulo VI (1963-1978), que, superando todo tipo de dificultades, supo llevar adelante los trabajos conciliares hasta concluirlos.

Un papa mártir. En realidad, lo más duro para él no fue tanto llevar a cabo el Concilio, sino sortear el primer postconcilio, en que se desataron todo tipo de interpretaciones e iniciativas, hasta las más descabelladas y contradictorias. Y él, como diestro timonel, supo guiar el barco, contra vientos y mareas, evitando graves escisiones al interior de la misma Iglesia (excepto el caso del arzobispo Lefèbvre) y siempre atento para discernir y señalar los caminos más oportunos para hacer realidad los ideales conciliares.

De este periodo quedó famosa su frase lapidaria: “El humo de Satanás entró en el templo de Dios”.

 

JUAN PABLO I,

el Papa de la sonrisa

Quiso emprender la reforma del Banco del Vaticano y no pudo. Su pontificado duró apenas un mes (26 de agosto-28 de septiembre de 1978). Como dice el refrán, “cuando se tocan las bolsas, hasta los chivos respingan”.

 

SAN JUAN PABLO II,

el Papa político

Político en el mejor sentido de la palabra. Contribuyó de manera decisiva al desmoronamiento del bloque comunista (Rusia y sus países satélites) y al mismo tiempo logró evitar un enfrentamiento armado entre el cristianismo y el islamismo. Sin duda, quedará en la historia como uno de los más grandes estadistas que hayan existido, totalmente entregado al bien de la humanidad (1978-2005).

Naturalmente esta preocupación por los asuntos políticos y sociales de la humanidad entera le restó fuerzas y tiempo para dedicarse a los asuntos internos de la Iglesia. Lo que tuvo como consecuencia una grande confusión doctrinal al interior de la misma Iglesia.

 

BENEDICTO XVI,

el Papa teólogo y reformador

Aclarar la doctrina de la Iglesia fue la grande tarea del Papa Benedicto XVI (2005-2013), tarea que no le resultó tan difícil, teniendo en cuenta su eminente preparación teológica. Lo que les molestó a muchos fue su gran preocupación por presentarla en la línea de la continuidad (tradición) y no de la ruptura con el pasado.

Otro aspecto, que marcó el pontificado del Papa Benedicto XVI, fue su precisa intención de purificar la Iglesia (tolerancia cero para los curas pederastas) y poner los antecedentes para una reforma integral de sus estructuras centrales (Banco del Vaticano y Curia Romana).

 

el Papa pastor

Sencillo, abierto y espontaneo. Expuesto a imprecisiones y tropiezos. Como cualquiera de nosotros. Un Papa cercano y preocupado por la situación de todos, especialmente de los más frágiles y vulnerables.

Un Papa pastor, que huele a oveja. Un Papa que inspira confianza. Preocupado por el bienestar de todas las ovejas en todos los aspectos. Un Papa que se dedica a construir puentes a nivel religioso, político y social.

Su grande preocupación: la suerte de los pobres. Su grande deseo: la Reforma de las Estructuras Pastorales de la Iglesia de manera tal que el Vino Nuevo, señalado por el Concilio Ecuménico Vaticano II, pueda contar con los Odres Nuevos (Mc 2, 22) necesarios para que pueda ser servido a todos en abundancia.

 

CONCLUSIÓN

Nos encontramos en un cambio de época. Por lo tanto, todos estamos llamados a ser creativos y al mismo tiempo abiertos a todo tipo de sorpresas, que día tras día nos pueda deparar el Espíritu, sin recriminación alguna ni añoranza por un pasado que, de todos modos, ya no va a volver.