Los niños que lloran en la Santa Misa son un recordatorio vivo de la continuidad y el crecimiento de la Iglesia. Aunque sus llantos pueden parecer una distracción, representan la presencia de una nueva generación de católicos que, desde pequeños, son llevados a experimentar la fe en comunidad. Estos momentos nos invitan a ser pacientes, a acoger con amor a las familias y a recordar que cada niño en la Misa es una promesa de futuro para la Iglesia, un signo de esperanza y compromiso para el pueblo de Dios.