Para muchos, la abstinencia de carne los viernes —especialmente en Cuaresma— parece una tradición antigua, innecesaria o incluso arbitraria. Sin embargo, este acto tiene un profundo significado espiritual y bíblico. No se trata solo de “no comer carne”, sino de recordar el sacrificio de Cristo y fortalecer nuestra relación con Dios.
1. ¿De dónde viene esta tradición?
La práctica de la abstinencia los viernes tiene raíces en la Iglesia primitiva. Desde los primeros siglos, los cristianos dedicaban el viernes a la penitencia, recordando que ese día Cristo murió en la cruz por nuestra salvación. Como acto de sacrificio, comenzaron a evitar alimentos costosos o festivos, como la carne.
El Concilio de Nicea (año 325) ya menciona la importancia del ayuno y la abstinencia, y en la Edad Media se estableció con más fuerza la práctica de no comer carne los viernes.
2. ¿Qué dice la Iglesia hoy sobre la abstinencia de carne?
El Código de Derecho Canónico establece:
“Todos los viernes del año, y especialmente los de Cuaresma, son días de penitencia en toda la Iglesia” (CIC, 1250).
La norma básica es que los católicos mayores de 14 años deben abstenerse de carne los viernes de Cuaresma (CIC, 1251). En otros países, la Conferencia Episcopal puede permitir que esta abstinencia se sustituya por otro sacrificio o acto de caridad.
3. ¿Por qué carne y no otro alimento?
En tiempos antiguos, la carne era un alimento costoso y asociado a los banquetes y la celebración. Privarse de ella era un sacrificio significativo. Aunque hoy en día esto ha cambiado, la abstinencia sigue siendo un recordatorio de que estamos llamados a renunciar a algo bueno por un bien mayor: unirnos al sacrificio de Cristo.
No se trata de un “castigo”, sino de un gesto de amor. Así como en un funeral no hacemos una fiesta, en un día de penitencia evitamos algo que simboliza el gozo, para recordar el sacrificio de Jesús.
4. ¿Es obligatorio o solo una costumbre?
En Cuaresma, la abstinencia de carne los viernes sí es obligatoria para todos los católicos mayores de 14 años. Fuera de Cuaresma, sigue siendo recomendable, aunque en algunos países se permite sustituirla por otra obra de penitencia o caridad.
5. No es solo cuestión de comida, sino de conversión
Abstenerse de carne no nos hace automáticamente más santos, pero es una forma concreta de vivir la fe con coherencia. Jesús nos invita a la conversión, y pequeños sacrificios como este nos ayudan a disciplinar el corazón y recordar que Dios es nuestra verdadera alegría.
Como decía San León Magno:
“Lo que cada cristiano debe hacer en todo tiempo, con mayor razón debe practicarlo con más celo y devoción en Cuaresma.”
Más que un simple cambio de dieta, la abstinencia de carne es una invitación a recordar, agradecer y acercarnos más a Dios. ¿Aceptamos el reto?