Por el P. Jorge Luis Zarazua, fmap

El Papa León XIII con la carta encíclica Supremi Apostolatus Officio, del 1 de septiembre de 1883, estableció el mes de octubre como el Mes del Rosario. Fue su deseo que el entero mes de octubre estuviera «dedicado y consagrado a la celeste Reina del Rosario». Para favorecer esta devoción, el Santo Padre enriqueció la recitación del Santo Rosario con indulgencia parcial e indulgencia plenaria, estableciendo las condiciones adecuadas para obtener cada una de ellas.

El Papa León XIII apreció tanto el Santo Rosario que escribió, a lo largo de su Pontificado (20.II.1878 – 20.VII.1903) nueve encíclicas sobre el Santo Rosario. Es interesante subrayarlo porque el Papa escribió 86 encíclicas, además de otros documentos pontificios; pues bien, nueve encíclicas están dedicadas a promover la devoción del Santo Rosario. En efecto, en 1883, a los cinco años de su coronación pontificia, León XIII publicó su primera Epístola encíclica sobre el Santo Rosario titulada Supremi Apostolatus. La encíclica trata una temática muy querida para Santo Padre: la devoción a la Santísima Virgen María y el Santo Rosario, considerado por el Papa como la oración que más le agrada a la Santísima Virgen.

El mes de octubre como Mes del Rosario se reafirmó especialmente con la encíclica Octobri mense, sobre la devoción al Santo Rosario, especialmente en el mes de octubre, publicada el 22 de septiembre de 1891.

Para percibir la devoción del Papa León XIII al Santo Rosario, veamos como se expresa el Santo Padre sobre los misterios gozosos y los dolorosos, invitando a la contemplación de los misterios más importantes de la vida de Nuestro Salvador Jesucristo.

“En primer término, se presentan los misterios gozosos. Pues el Hijo eterno de Dios se inclina hacía los hombres, hecho hombre, mas con el asentimiento de María, y concibiendo del Espíritu Santo; Juan entonces es santificado, en el seno maternal, con un privilegió insigne y adornado de gracias de elección para preparar los caminos del Señor; mas todos estos beneficios se deben a la salutación de María cuando visitó a su prima por inspiración del Espíritu divino. Viene, por fin, a este mundo el Cristo, la esperanza de las naciones, mas dado a luz por la Virgen; alrededor de su pobre cuna acuden los pastores y los magos, primicias de la fe, con santo apresuramiento, y encuentran al niño con María, su Madre. Y bien pronto Él, queriendo por una ceremonia pública ofrecerse como hostia a Dios, su Padre, se hace conducir al templo, y allí, por ministerio de su Madre, es presentado al Señor. Y María, en el misterio de Jesús, un instante perdido, aparece ansiosa, busca por todas partes a su Hijo y con qué júbilo le encuentra”.

“El lenguaje de los misterios dolorosos es igualmente sublime. En el huerto de Getsemaní, donde Jesús tiene miedo, donde está triste hasta la muerte, y en el pretorio, donde es azotado, coronado de penetrantes espinas y condenado al último suplicio, no se ve a María, pero desde hace mucho tiempo ya conoce y sufre esos dolores. Pues cuando delante de Dios se inclina como su sierva para levantarse Madre de su Hijo y cuando Ella se consagra toda entera con Jesús en el templo, en ambas circunstancias se asocia, desde luego, a la dolorosa expiación de los crímenes del género humano; es, pues, imposible no verla participando con toda la fuerza de su alma las agonías infinitas de su Hijo y todos sus dolores. Por lo demás, en su presencia, ante sus ojos, debía cumplirse el divino sacrificio, cuya víctima había alimentado con su más pura sustancia. Este es el espectáculo más conmovedor de dichos misterios: de pie, junto a la cruz de Jesús, estaba María, su Madre, penetrada hacia nosotros de un amor inmenso que la hacía ser Madre de todos nosotros, ofreciendo Ella misma a su propio Hijo a la justicia de Dios y agonizando con su muerte en su alma, atravesada por una espada de dolor”.

¿Por qué el mes de octubre está tan ligado a esta hermosa devoción?

En el siglo XVI hubo un acontecimiento muy importante: la victoria en la batalla de Lepanto (1571), en la que la armada cristiana venció a la armada turca, que era muy superior en número y en armamento. La clave la encontramos en que el Papa san Pío V (1504-1572) pidió a los fieles cristianos que rezaran el Santo Rosario suplicando la intercesión de la Santísima Virgen María. Como consecuencia de esta victoria, en 1573 el Papa Gregorio XIII (1502-1585) instituyó la fiesta de la Virgen del Rosario el primer domingo de octubre. Posteriormente esta fiesta pasó al 7 de octubre, día de la batalla de Lepanto.

La figura del Papa san Pío V está también estrechamente ligada al Santo Rosario, pues él fijó el modo de rezar el Santo Rosario. Éste va a constar de tres grupos de 5 misterios. Los primeros son los gozosos que invitan a meditar los pasajes más importantes de la infancia de Jesús. Después están los misterios dolorosos, sobre la pasión de nuestro Señor. Y por último están los misterios gloriosos, en los se medita la resurrección del Señor y otros acontecimientos posteriores. En cada misterio se rezan un Padrenuestro, diez Avemarías y un Gloria mientras se medita un pasaje de la vida de Jesús o de María. Básicamente, es una oración en la que se repite rítmicamente el Avemaría. Esto nos ayuda a «sintonizar» nuestro corazón con el corazón de la Virgen, para que ella nos conduzca hacia su Hijo.

¿Cuáles son los nombres de las nueve encíclicas del Papa León XIII sobre el Santo Rosario?

  1. Supremi apostolatus officio, sobre la devoción al Santo Rosario (1 de septiembre de 1883).
  2. Superiore anno, sobre el rezo del Santo Rosario (30 de agosto de 1884).
  3. Vi è ben noto, sobre la implantación del Santo Rosario en la vida cotidiana (20 de septiembre de 1887).
  4. Octobri mense, sobre la devoción al Santo Rosario, especialmente en el mes de octubre (22 de septiembre de 1891).
  5. Magnae Dei Matris, sobre la devoción al Santo Rosario (8 de septiembre de 1892).
  6. Laetitiae sanctae, encomendando la devoción al Santo Rosario (8 de septiembre de 1893).
  7. Iucunda semper expectatione, sobre el rezo del Santo Rosario (8 de septiembre de 1894).
  8. Fidentem piumque animum, sobre el rezo del Santo Rosario (20 de septiembre de 1896).
  9. Diuturni temporis, sobre él rezo del Santo Rosario (5 de septiembre de 1898).