La purificación de la Virgen María y la presentación del Niño Jesús
Son los dos acontecimientos que celebramos el dos de febrero.

a) Purificación de la Virgen María.
Pues bien, cuando hablamos de la purificación de la Virgen María no estamos hablando de que Ella haya pecado. Sabemos que Ella fue concebida sin pecado original y que el Génesis anuncia una enemistad tan radical entre Ella y el Demonio que no es posible el pecado en la Virgen María, pues éste es sinónimo de amistad con Satanás (cfr. Gn 3, 15).
¿Entonces de qué se trata? Se trata más bien de una impureza de tipo ritual, no de índole moral. Para entenderlo mejor, veamos el siguiente texto bíblico que nos presenta la necesidad de purificación de parte de quien ha dado a luz y la obligación de presentar al recién nacido al cumplirse el periodo de purificación de su madre:
El Señor dijo a Moisés: Habla en estos términos a los israelitas: Cuando una mujer quede embarazada y dé a luz un varón, será impura durante siete días, como lo es en el tiempo de su menstruación. Al octavo día será circuncidado el prepucio del niño, pero ella deberá continuar purificándose de su sangre durante treinta y tres días más (Lv 12, 1-4a).
¿Qué implicaba este periodo de purificación? Lo explica Lv 12, 4b:

No tocará ninguna cosa santa, ni entrará en el santuario, hasta que se cumplan los días de su purificación (Lv 12, 4b).
Lv 12, 6-7a, por su parte, explica lo relacionado con el sacrificio que debe ofrecerse al concluir el periodo de purificación:

Al concluir el período de su purificación, tanto por el hijo como por la hija, la madre presentará al sacerdote, a la entrada de la Carpa del Encuentro, un cordero de un año para ofrecer un holocausto, y un pichón de paloma o una torcaza, para ofrecerlos como sacrificio por el pecado. El sacerdote lo ofrecerá ante Yavé haciendo expiación por ella, y quedará purificada del flujo de sangre (Lv 12, 6-7a).




b) Presentación del Señor.
San Lucas nos dice que los padres de Jesús lo llevaron al Templo de Jerusalén “para cumplir con él lo que mandaba la Ley” (Lc 2, 27b).

Asimismo, cuando llegó el día en que, de acuerdo con la Ley de Moisés, debían cumplir el rito de la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor, tal como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón primogénito será consagrado al Señor (Lc 2, 22-23).

Esto es en cumplimiento de lo que dice Dios en el libro del Éxodo:

Yavé dijo a Moisés: “Conságrame todo primogénito” (Ex 13, 1).
Esta es la doble fiesta que celebramos el 2 de febrero: una con énfasis en María y otra con énfasis en Jesús, que es reconocido como Salvador y Mesías por los dos ancianos Simeón y Ana, representantes singulares del pueblo elegido.
En esta solemnidad del Señor, Él se nos hace presente como “luz para alumbrar a las naciones y gloria de Israel” (cfr. Lc 2, 32).

¿Por qué se le llama Día de la Candelaria?
Porque desde tiempos muy antiguos los fieles hacían una gran procesión llevando candelas (velas de parafina) para que fueran bendecidas. Estas velas simbolizan a Jesús, luz del mundo (Jn 8, 12) y nos recuerdan que también los cristianos estamos llamados a ser luz del mundo (Mt 5, 14-16).




¿Qué otra fiesta celebramos el 2 de febrero?
Desde 1997 celebramos en la Iglesia católica la Jornada Mundial de la Vida Consagrada.  Esta Jornada tiene como objetivo ayudar a toda la Iglesia a valorar cada vez más el testimonio de quienes han elegido seguir a Cristo de cerca mediante la práctica de los consejos evangélicos y, al mismo tiempo, quiere ser para las personas consagradas una ocasión propicia para renovar los propósitos y reavivar los sentimientos que deben inspirar su entrega al Señor
La finalidad de dicha jornada es por tanto triple: en primer lugar, responde a la íntima necesidad de alabar más solemnemente al Señor y darle gracias por el gran don de la vida consagrada que enriquece y alegra a la comunidad cristiana con la multiplicidad de sus carismas y con los edificantes frutos de tantas vidas consagradas totalmente a la causa del Reino.
En segundo lugar, esta Jornada tiene como finalidad promover en todo el pueblo de Dios el conocimiento y la estima de la vida consagrada.
El tercer motivo se refiere directamente a las personas consagradas, invitadas a celebrar juntas y solemnemente las maravillas que el Señor ha realizado en ellas, para descubrir con más límpida mirada de fe los rayos de la divina belleza derramados por el Espíritu en su género de vida y para hacer más viva la conciencia de su insustituible misión en la Iglesia y en el mundo.