Aunque estén en el suelo.

Aunque necesiten juguetes y una paleta para estar tranquilos.

Aunque pases la misa en la parte de atrás, balanceándote de un lado a otro mientras los sostienes.

Aunque tu hijo sea un remolino o un pequeño huracán.

Llévalos a misa: deja que te vean adorar, que te vean orar. Que te vean acercarte al sacerdote para recibir la Eucaristía. Si no ven y aprenden estas cosas de ti, ¿de quién las aprenderán?

El mundo les enseñará que no es una prioridad. El mundo los desviará, los confundirá y les hará creer que solo ser “bueno” es suficiente. Pero el mundo no les enseñará acerca de Jesús.

Ese es tu trabajo.