Puedes comprobarlo leyendo el pasaje de los Hechos de los Apóstoles (20, 7-11):

«El primer día de la semana, cuando estábamos reunidos para partir el pan, Pablo, que debía marchar al día siguiente, conversaba con ellos y alargó la charla hasta la medianoche. Había abundantes lámparas en la estancia superior donde estábamos reunidos.
Un joven llamado Eutico estaba sentado en el borde de una ventana; un profundo sueño lo fue dominando a medida que Pablo prolongaba su discurso. Vencido por el sueño, cayó desde el tercer piso. Cuando lo levantaron, estaba muerto.
Pablo bajó, se echó sobre él y, tomándolo en sus brazos, dijo: ‘No se alarmen, pues su alma está en él’. Luego, subió de nuevo, partió el pan y comió; y continuó hablando hasta el amanecer. Finalmente, se marchó.» (Hechos 20, 7-11).

Este relato no solo destaca la dedicación de San Pablo a predicar el Evangelio, sino también su fe en el poder de Dios para obrar milagros, como el que realizó al resucitar a Eutico. Es una invitación para nosotros a valorar la Palabra de Dios, a perseverar en la fe y a reconocer los signos de Su presencia en nuestras vidas, incluso en medio de nuestras debilidades y caídas.

En este Mes de la Biblia, recordemos la importancia de sumergirnos en la Sagrada Escritura, de permitir que su mensaje transforme nuestra vida y nos impulse a ser testigos valientes del amor de Cristo.

¡Anímate a leer y a compartir la Palabra de Dios!