Misión permanente:
"Denles ustedes de comer" (Mc 6,37)
Plan Global de Evangelización Masiva (PlaGloEM)'
Por el P. Flaviano Amatulli Valente, fmap,
México, DF.; a 28 de agosto de 2004,
Fiesta de San Agustín, obispo y doctor de la Iglesia.
SITUACIÓN
Con relación al problema de los alejados, la situación de la Iglesia Católica no es tan halagadora que digamos. En realidad, la cantidad de los católicos practicantes, es decir, de los que son medianamente atendidos por sus pastores, con misa semanal, una confesión de vez en cuando y una que otra práctica de piedad, serán unos 5-10%. Todos los demás viven de puros ritos y algunas creencias religiosas, sacadas del mundo cristiano, indígena y nuevaeriano.
Y mientras pasa esto dentro de la Iglesia, fuera de ella los grupos proselitistas no le dan tregua, haciendo todo lo posible para desestabilizarla mediante todo tipo de ataques. De hecho, han logrado avances muy significativos que ya superan la cantidad de los católicos practicantes. Así que actualmente el 90% de los católicos se queda como tierra de nadie, a la merced del primero que logra conquistarlos.
Pues bien, ante esta realidad, ¿cómo está reaccionando el mundo católico?
Desde el quinto piso:
Teólogos y pastoralistas
Según ellos, puesto que nosotros no estamos en condiciones de atender debidamente a todos nuestros feligreses, tendríamos que ver con buenos ojos la presencia de los grupos proselitistas, que en el fondo nos estarían haciendo un favor, ofreciendo a nuestros hermanos católicos algo que nosotros no logramos ofrecer. Estando así las cosas, no habría que ver la presencia de los grupos proselitistas como un problema, sino como parte de la solución.
Pues bien, ésta es la opinión que circula en muchos seminarios y demás centros de formación para agentes de pastoral, una opinión que los descarga de toda responsabilidad con relación al problema de los alejados y los hace aparecer modernos, abiertos y tolerantes.
Para justificar esta toma de posición, ¿presentan alguna razón de tipo teológico? Ninguna. Les parece algo lógico y nada más, como parte de una visión ecuménica acerca de las relaciones entre los distintos productores de bienes espirituales, eliminando todo tipo de distinción entre verdadero y falso, ortodoxia y heterodoxia, revelación divina o invento humano.
Según ellos, algo es alfo. En lugar de quedarse sin ninguna guía espiritual, es mejor que el católico sea atendido por otros pastores, sin fijarse en los contenidos religiosos y morales que presentan, si son conformes o están en contra de la doctrina católica. Un total relativismo religioso y moral. ¡Y se consideran teólogos y pastoralistas católicos!
En lugar de hacer investigaciones de campo, es decir con la gente católica diseminada en los centros de las ciudades y en las periferias, en los pueblitos y en las sierras, con sus distintas clases sociales, para conocer la realidad del pueblo católico y buscar la manera de enfrentarla con valentía, prefieren divagar en el mundo de los conceptos o inebriarse con los avances del ecumenismo, considerado como la panacea de todos los problemas eclesiales. Para ellos, todo lo que huele a masas y apologética es signo de atraso teológico y mental. Sufren de agorafobia e irenismo.
Definitivamente, el futuro del mundo católico, según ellos, estaría en pequeños grupos de gente bien concientizada, que viviera su fe en paz ecuménica en medio de otros grupos no católicos, como si la actitud agresiva y conquistadora de los grupos proselitistas fuera una reacción natural a otra actitud igualmente agresiva y conquistadora de los católicos. Algo totalmente irreal, inventado para justificar la propia falta de compromiso con la evangelización de las masas, considerada como algo totalmente imposible.
En el fondo, ¿de qué se trata? De un pretexto y nada más para justificar la propia falta de imaginación creativa, aunada a un evidente espíritu de inercia y deseo de seguir conservando los propios privilegios. Claro, si queremos seguir con el mismo ritmo y estilo de vida que tenemos actualmente, estamos destinados al fracaso en el campo de la evangelización de las masas, teniendo en cuenta el espíritu de creatividad y agresividad de los grupos proselitistas.
Pero ese no es el chiste. Si queremos enfrentar con seriedad el problema de la evangelización de nuestras masas católicas alejadas, tenemos que poner todo sobre la mesa y ver su de veras podemos o no podemos, cambiando lo que hay que cambiar y luchando con todas nuestras fuerzas para alcanzar la meta. En realidad, de eso no se trata. Los que van a preparar los planes de batalla, no tienen que ser los fracasados, los indolentes, los cobardes o los traidores, sino los valientes, los leales y los decididos.
Primero se salieron con el cuento de que no había que tocar la religiosidad popular, puesto que representaba un camino de salvación, igualmente válido como cualquier otro. Una vez constatado que no se resiste frente al embate de los grupos proselitistas, ahora se salen con otro cuento aún más desastroso, afirmando que nosotros no nos damos abasto para atender a nuestra gente y que por lo tanto no hay que ver como un problema la presencia de los grupos proselitistas, sino como una ayuda necesaria y providencial.
Sería como si un pastor, al no atender personalmente a todas las ovejas, por su gran cantidad, viera con buenos ojos la llegada de los lobos, o un empresario que, al no poder llevar personalmente todos sus negocios, los echara a perder o viera con buenos ojos que otros se los arrebatan, quedándose con lo que él personalmente pudiera atender.
Según este tipo de gente, lo único que tendríamos que hacer nosotros católicos, sería observar el curso de los acontecimientos, sin intervenir para no dar la impresión de ser intolerantes. Así que, si los demás hacen todo lo posible para conquistar a nuestra gente, están en su derecho de hacerlo y además representan una ayuda para nosotros; si nosotros tratamos de preparar a nuestra gente de manera que se integre más a la Iglesia y no se deje arrastrar por los grupos proselitistas, somos unos fanáticos, intolerantes y atrasados. Según ellos, la fragmentación del catolicismo popular, engullido por los grupos proselitistas, sería un hecho ineludible, que no se puede impedir con ningún medio.
Pues bien, nosotros no estamos de acuerdo con esta visión de la realidad y esta actitud frente a los acontecimientos, que nos parece puro fanatismo y determinismo histórico. Nosotros estamos convencidos de que podemos y tenemos que enfrentar con valor y decisión el problema de la evangelización de nuestros hermanos alejados, confiando en Cristo y el papel único que tiene la Iglesia en orden a la salvación del género humano.
Si ellos están acostumbrados al mundo de las ideas, sin un entrenamiento práctico para cimentarse con el mundo real de la evangelización, es su problema. Así fueron educados en el seminario y así siguen ahora, sin experiencia en inventar cosas para resolver el problema de la evangelización de las masas. Por un lado, grandes ideas y razonamientos que rayan en sofismas, y por el otro, pura rutina sacramentaria, más cómoda y económicamente provechosa, si se exceptúan algunas chispas especialmente en campo litúrgico.
Lo que les pedimos a esos señores (que no son todos los teólogos, pastoralistas o agentes de pastoral, conste). Es que no estorben y nos dejen trabajar en paz, buscando la manera de evangelizar y atender debidamente a nuestras masas alejadas. Es lo único que les pedimos por el momento. Claro que no descartamos la posibilidad de una conversión. Lo que les deseamos de todo corazón.
Desde la calle:
Movimientos apostólicos y pueblo en general
No comparten la opinión de los que ven el asunto desde el quinto piso. Es más: ni la conocen ni tienen la mínima sospecha de que eso se pueda dar dentro de la Iglesia, y lo que es peor, de parte de los responsables de su cuidado espiritual. No me imagino qué pasaría el día en que el pueblo católico se enterara de esta manera de pensar de muchos de sus pastores. Por lo menos quedaría fuertemente escandalizado, para no decir profundamente decepcionado.
Al contrario, el pueblo católico tienen la convicción profunda de que la Iglesia algo puede hacer para solucionar el problema de la evangelización y atención pastoral de todos sus miembros, sin acudir al auxilio de gente con doctrinas y prácticas extrañas.
Esta convicción profunda del pueblo católico se manifiesta de una manera especial en el esfuerzo que los movimientos apostólicos y eclesiales están haciendo para dar la grande batalla de la evangelización de las masas alejadas, rescatando a cuanta gente sea posible de la ignorancia y el indiferentismo religioso mediante cursillos, visitas domiciliarias y cuantas más iniciativas se les ocurren.
Donde más se nota el desaliento, la rutina y la inercia, es precisamente en el clero, que, mientras desprecia a las masas alejadas y está dispuesto a dejarlas en manos de otros pastores, vive de ellas repartiendo sacramentos al por mayor, sin hacer un verdadero esfuerzo por evangelizarlas y atenderlas debidamente. En lugar de ver qué hacer para que lleguen a todos por lo menos las migajas del Evangelio, se conforman con lo poco que hacen, descuidando lo mucho que se podría hacer mediante el auxilio de otros evangelizadores oportunamente preparados y remunerados.
Aquí precisamente está el meollo de todo el asunto: se quisiera que los laicos trabajaran en la evangelización, pero sin una adecuada preparación, programada y costeada por la Iglesia, y una adecuada remuneración. Que lo hagan todo "por amor a Dios", así nomás, espontáneamente y sin tocar las finanzas oficiales, que están destinadas a sostener el culto con sus ministros.
En este contexto, evidentemente, menos agentes de pastoral hay y más se garantiza su adecuado sustento. Todo se ve teniendo en cuenta la preparación y el sustento de los ministros oficiales. Es lo primero que hay que salvar. ¿Y el bienestar espiritual del pueblo católico? ¿Y el mandato misionero? Si hay tiempo y dinero. Que esperen tiempos mejores o de plano busquen por otro lado.
Algo parecido está pasando con las religiosas: primero la seguridad económica, después la evangelización. Y visto que los colegios garantizan mejor la seguridad económica, se vuelvan hacia la educación, dejando a un lado la evangelización, que no garantiza nada ni para el presente ni para el futuro.
Según mi opinión, aquí está la raíz de todo el problema: en la crisis del clero y la vida consagrada, que representan la crisis de un modelo eclesial agotado. Por tanto, urge platearse el problema de la evangelización de las masas católicas y del mundo pagano, como estímulo para poner al descubierto las causas del actual estancamiento que se nota en la Iglesia católica, camuflado por la euforia de las visitas papales y la canonización de nuevos santos, y empezar a vislumbrar alguna posible solución.
La misma acentuación del compromiso con los pobres, buscando en primer lugar la transformación de las estructuras económicas y políticas de la sociedad, en la mayoría de los casos es un reflejo del excesivo interés por lo material y poca sensibilidad por lo espiritual, en cuyo manejo su incompetencia es demasiado evidente.
PALABRA DE DIOS
¿Qué dice al respecto la Palabra de Dios, secundada por la Tradición y la praxis bimilenaria de la Iglesia? Sin duda, no está de acuerdo con los que ven las cosas desde el quinto piso.
Huesos secos
Un campo de huesos secos se presenta delante de los ojos del profeta. Dios le pregunta: "Hijo de hombre, ¿podrán revivir estos huesos?". Respuesta: "Señor Yahvé, tú lo sabes" (Ez 37,3). Aquí está la fe del profeta, que se basa, no en los cálculos humanos, sino en el poder de Dios. Y viene el milagro: el profeta habla y los huesos secos se juntan, recobran su carne y su esíritu y se transforman en un ejército.
Explicación: "Hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de Israel. Ellos andan diciendo: Se han secado nuestros huesos, se ha desvanecido nuestra esperanza, todo se ha acabado para nosotros. Por eso profetiza. Les dirás: Así dice el Señor Yahvé: He aquí que yo abro sus tumbas, pueblo mío: los haré salir de sus tumbas, pueblo mío y los llevaré de nuevo a la tierra de Israel. Entonces sabrán que yo soy Yahvé cuando abra sus tumbas y los haga salir, pueblo mío. Infundiré mi espíritu en ustedes y vivirán; los estableceré en su tierra y entonces sabrán que yo, Yahvé, lo digo y lo hago, oráculo de Yahvé" (Ez 37, 11-14). Así en un pueblo desterrado y desanimado, renace la esperanza por la fe en el poder de Dios, una fe centrada en el profeta que en nombre de Dios habla sobre los huesos secos y hace posible el milagro.
¿Qué estamos esperando para que esto se haga realidad entre nosotros? Nuestras masas católicas, frente al avance de los grupos proselitistas, se sienten desanimadas, frustradas, acomplejadas y abandonadas. ¿Dónde están los profetas, capaces de reanimarlas en nombre de Dios? Al contrario, los amigos del quinto piso vienen a desanimarlas aún más con sus anuncios de mal agüero, asegurando que no hay nada que hacer para que esos huesos secos puedan tener vida dentro de la Iglesia. El único camino de salvación que les proponen, es fuera de la propia Iglesia. ¡Una auténtica locura en campo teológico! Un evidente reconocimiento del propio fracaso pastoral y de la propia falta de fe e imaginación creativa! Una señal de alarma acerca de la actual situación de la Iglesia.
Multiplicación de los panes
Frente a un gentío enorme que lo buscaba, Jesús "sintió compasión, pues estaban como ovejas sin pastor y se puso a enseñarles muchas cosas" (Mc 6,34). Haciéndose tarde, "los discípulos se le acercaron y le dijeron: "Despídelos para que vayan a las aldeas y a los pueblos del contorno a buscar algo de comer". Él les contestó: "Denles ustedes de comer" (Mc 6, 36-37). Y con cinco panes y dos pescados, hubo comida para todos, hasta sobrar.
Alguien dirá: "Pero este fue un milagro". Claro que fue un milagro. ¿Y qué? ¿Acaso en el campo de la fe hay que descartar los milagros? Sépanlo bien los señores del quinto piso: en el campo de la fe, creer en los milagros es ser realistas . De otra manera que se metan de sociólogos, matemáticos o filósofos, no de teólogos o pastoralistas.
Así que, frente a la gran cantidad de católicos que viven como ovejas sin pastor, en lugar de repetir las palabras de los discípulos: "Despídelos" , empiecen a inventar algo para darles de comer , convencidos de que después intervendrá Dios, que hará lo demás, hasta sobrar.
Ésta es precisamente nuestra visión acerca del papel de los pastores con relación a las masas católicas alejadas: hacer todo lo posible para que sean debidamente instruidas y atendidas. ¿Utopía? Claro, de eso se trata. ¿Irrealizable? No. Según nuestra manera de ver las cosas, con la ayuda de Dios, todo es posible. O de otra manera nos ponemos a vender pepitas por la calle.
EN CONCRETO
Algo se puede hacer para empezar, Lo importante es tener bien claro el objetivo, que consiste en formar y atender adecuadamente a todo el pueblo católico a nivel masivo, utilizando todos los medios posibles. Una vez que esté bien claro el objetivo, no faltarán iniciativas para alcanzarlo.
1.- Religiosidad popular
No es cierto que haya que dejarla así como está. Es necesario purificarla en todos sus aspectos.
– Prácticas de piedad.
Es necesario aprovecharlas para evangelizar al pueblo católico. ¿Cómo? Haciendo un uso abundante de la Palabra de Dios : Rosario Bíblico, Vía crucis Bíblico, Posadas Bíblicas, Novenario de difuntos Bíblico, etc. El enorme éxito que está teniendo este tipo de folletos, es un claro reflejo de la gran sed de Dios, presente en el pueblo católico.
– Fiestas religiosas populares
Hay que reestructurarlas en la medida en que es posible una intervención de parte de los agentes de pastoral. Por lo menos no hay que verlas como pretexto para sacar fondos, permitiendo y alentando el consumo de bebidas alcohólicas, distribuyendo sacramentos al por mayor, con escasa o nula preparación, etc.
Aparte de esto, hay que ver cómo aprovechar de ellas para evangelizar, promoviendo algún concurso bíblico entre niños, adolescentes y adultos, concurso de conjuntos de música cristiana, concurso con disfraces de santos, de coros, carros alegóricos bíblicos, teatro, poesía, etc. Si los agentes de pastoral empiezan a ver las fiestas religiosas populares en una perspectiva de evangelización, no les faltarán iniciativas para su imaginación creativa.
2.- Catequesis presacramental
Es la grande oportunidad que tenemos para transformar el catolicismo a nivel masivo, dándole seguridad y dignidad. Que el católico, a nivel general, en lugar de sentirse acomplejado frente a los grupos proselitistas, pueda sentirse orgulloso por pertenecer a la única Iglesia fundada por Cristo (Mt 16,18). Es urgente hacer algo para aumentar la autoestima del pueblo católico.
Para lograr esto, es necesario revisar la catequesis desde la raíz. No se trata de añadir al catecismo algún dibujito o aprender a manejar uno que otro recurso pedagógico. Antes que nada, es necesario introducir al católico desde la niñez en el mundo maravilloso y sabroso de la Biblia y ayudarlo a buscar en la misma su auténtico alimento espiritual y la respuesta a los ataques y los cuestionamientos de los grupos proselitistas. En segundo lugar, es necesario que se haga en un clima de oración y en la perspectiva de un verdadero camino de fe.
Solamente así garantizaremos su perseverancia, una vez recibido el sacramento. Y puesto que la mayoría de los católicos acude a la catequesis presacramental, ésta ofrece una oportunidad única para fortalecer la fe del católico común y ponerlo en grado de resistir frente a cualquier solicitación que le venga de parte de los grupos proselitistas.
Si, al contrario, seguimos insistiendo en el aprendizaje de ciertas fórmulas como condición para tener acceso al sacramento, no tenemos que extrañarnos que, una vez logrado el objetivo, ya no vuelven. En realidad, las fórmulas no entusiasman a nadie. Se necesita, antes que nada, crear entusiasmo entre los que acuden a la catequesis presacramental, y con la Palabra de Dios se logra esto con facilidad, y después programar un verdadero entrenamiento para que, los que acuden a la catequesis, se acostumbren a orar, a respetarse y a vivir en comunidad como verdaderos discípulos de Cristo.
Es tiempo de acabar con una praxis, que está distorsionando el sentido del sacramento, considerado como un rito y nada más, delegando a retiros y cursos de evangelización el verdadero encuentro con Dios. Es tiempo de unir la evangelización con el sacramento como instrumento y manifestación del propio encuentro con Dios.
– Primera Confesión y Primera Comunión.
Antes que nada, hay que separar estos dos sacramentos para que cada uno sea visto en su función específica y no uno en función del otro. Que pasen por lo menos unos seis meses entre la Primera Confesión y la Primera Comunión. Así uno se va entrenando a practicar el sacramento de la confesión y éste no quede oscurecido por el de la comunión.
En la práctica, ¿qué estamos haciendo y qué proponemos? Empezar con un breve curso sobre Historia de la Salvación, para que el niño se vaya familiarizando con la Biblia. Sigue el curso de preparación para la Primera Comunión, buscando los textos directamente en la Biblia para examinarlos, hacer las tareas y aprender de memoria los más importantes.
En apéndice se presentan las oraciones más importantes, las enseñanzas fundamentales y aquellos elementos que no fueron tratados anteriormente, en forma de catecismo tradicional. Dependerá del párroco y el catequista seleccionar lo que considere conveniente par el estudio o el aprendizaje.
Se concluye con un cursillo de apologética, donde se aclara el fundamento de la Iglesia Católica y se da respuesta a los principales ataques de los grupos proselitistas.
La experiencia enseña que, donde esto se está llevando a cabo, los niños y adolescentes se sienten seguros en su fe y orgullosos de ser católicos. Ya no tratan de escabullirse, cuando alguien los cuestiona en su fe. ¿Cómo será el catolicismo de aquí a 20 – 30 años, cuando la mayoría de los católicos contará con este tipo de formación básica?
Después de haber hecho la Primera Comunión, los niños y los adolescentes se siguen reuniendo como una pequeña comunidad cristiana, con oración, canto, mesas redondas, reflexiones bíblicas, vida de santos, etc. Todo depende del grado de fe y madurez cristiana de quienes los dirigen. El teatro bíblico y los juegos bíblicos se han manifestado como óptimos medios de entretenimiento y al mismo tiempo de profundización de la Palabra de Dios en esta etapa de la vida cristiana.
– Confirmación.
Se empieza con un curso bíblico, en que se profundizan los elementos ya examinados en el curso anterior. Sigue el curso específico para la Confirmación, dividido en tres partes: a) Cristo, el único Salvador, b) Cristo, el único Señor, c) Cristo manda su Espíritu. Cada parte se concluye con un retiro espiritual. Lo ideal sería que el mismo sacramento se confiriera durante el último retiro, en un clima de recogimiento y oración.
Al mismo tiempo, durante el transcurso de la preparación, todos los domingos y fiestas de guardar se tiene que acudir a la celebración eucarística o al encuentro de oración (en caso que no se cuente con celebración eucarística), se tiene que practicar en algunas jornadas vocacionales, etc., y todo bien comprobado mediante testimonios e informes escritos.
De una vez por todas tenemos que olvidarnos de la praxis actual, según la cual basta saberse de memoria algunas nociones de doctrina cristiana para tener acceso a los sacramentos. Pues bien, so basta saber, hay que practicar. Teoría y práctica. Buenas intenciones y hechos concretos. Mente, corazón y vida. Conocimiento y experiencia. Esta es la vida cristiana. Es un caminar, no un simple saber.
Para completar la formación, antes de la recepción del sacramento de la Confirmación, es oportuno afianzar más la propia identidad como católico, con otro curso de apologética, más amplio y concreto que el primero.
3.- Vivir en comunidad
En un mundo tan conflictivo como el nuestro, es difícil vivir la fe a solas. ¿Dónde encontrar el apoyo necesario para sostenerse y crecer en la fe? En la comunidad. No una comunidad de tipo administrativo y funcional, sino como un espacio donde madurar como ser humano e hijo de Dios.
Aquí está la clave de todo y la razón del fracaso de cierto tipo de comunidad, impuesto desde arriba en función de una ideología o sencillamente de la parroquia. No. El objetivo de la pequeña comunidad cristiana consiste en procurar el bien de sus miembros a todos los niveles. La verdadera comunidad cristiana es una palestra, en que uno se entrena a vivir como hijo de Dios, y al mismo tiempo representa un remanso de paz en que se aprende a saborear los frutos de una vida según el plan de Dios.
En la pequeña comunidad cristiana uno encuentra la oportunidad de desahogarse, abrirse y pedir ayuda, Al mismo tiempo, tiene la oportunidad de compartir, aprender y prestar ayuda. Se llora con quien se llora y se ríe con quien se ríe. Se ora el uno por el otro. Se hace realidad la doctrina del Cuerpo Místico de Cristo.
Claro que, una vez fortalecido en la comunidad, cada uno podrá ofrecer un mejor servicio a la parroquia o a la Iglesia en general, según la propia disponibilidad y el don recibido.
4.- Misión: lanzar las redes
Los alejados no se acercarán a la Iglesia por arte de magia. Es necesario buscarlos y hacerles gustar algo del banquete que la Iglesia tiene preparado. ¿Cómo? Los grupos proselitistas cuentan con una larga experiencia en este aspecto. Lo malo es que utilizan al mismo tiempo métodos lícitos y métodos ilícitos. A nosotros nos interesan los primeros.
– Catequesis personalizada.
Se necesita un encuentro personal entre el creyente y el alejado. Más que una doctrina, lo que despertará el interés en el alejado será la esperanza de encontrar una respuesta a las propias inquietudes de superación y felicidad. De ahí la importancia del diálogo personal y el testimonio de vida.
El problema es: "¿Cómo acercar a tanta gente alejada? ¿Por dónde empezar?" Es que no tenemos experiencia en este tipo de apostolado
– Preparación para novios.
En lugar de darles alguna enseñanza en forma genérica y masiva, ¿no es mejor que una pareja de católicos bien integrados a la comunidad parroquial se encargue de su preparación? ¿los contenidos? Los que los destinatarios necesiten, teniendo en cuenta su realidad concreta. ¿Número de plática? Las que se puedan impartir.
Además no se trata de pláticas formales, sino de un diálogo para ver cómo acercarlos a Dios y a la Iglesia. Sencillamente se trata de lanzar la red, a ver qué se pesca. En algún caso se logrará un simple desahogo por resentimientos contra la Iglesia; en otro caso se llegará a una reconciliación a nivel familiar; en otro caso se alcanzará una completa conversión, aceptando participar en algún retiro o cursillo, etc. Lo importante es saber aprovechar esta oportunidad para dar inicio a un acercamiento a Dios y a la Iglesia.
– Preparación par papás y padrinos del bautismo.
Lo mismo que antes. En casa; si es posible, con la participación de todos los movimientos de la familia. Se trata de palpar la realidad que se vive en aquel hogar y tratar de ayudar a todos a dar un paso en adelante con ocasión del nacimiento de un nuevo miembro de la familia.
Mediante estos encuentros en un clima de familia, es fácil dar inicio a una relación de amistad, cuyas consecuencias son impredecibles. Los lazos se van estrechando siempre más, hasta volverse compadres y llegar a compartir los mismos ideales y la misma vida cristiana.
– Atención a enfermos graves y moribundos (Unción de los enfermos).
Se trata de una oportunidad, que nosotros hemos descuidado demasiado, delegando todo el quehacer al sacerdote, que no siempre cuenta con el tiempo suficiente y la adecuada disposición de ánimo para impartir una verdadera catequesis y así realizar una digna celebración del sacramento. Todo se hace aprisa, limitando enormemente la eficacia del sacramento.
¿Qué tal si la comunidad cuenta con un ministerio especial, que se avoque a la atención pastoral de los enfermos graves y moribundos? Esencialmente se trata de crear un clima de oración, en que todo se vuelve posible: el arrepentimiento, la petición mutua de perdón, el abrazo de paz y la espera confiada del encuentro con el Señor. En este contexto, la presencia del sacerdote viene a sella y a dar sentido a un camino ya recorrido, abriendo la posibilidad de nuevos encuentros con los miembros de la familia, que tal vez viven lejos de la comunidad eclesial (Ver El sacramento de la Reconciliación ).
– Atención a los dolientes, en caso de muerte.
Otra grande oportunidad desperdiciada. Es el momento mejor para reflexionar sobre el sentido de la vida, consolar e infundir esperanza. Los grupos proselitistas aprovechan a lo máximo esta circunstancia para acercarse a nuestra gente y conquistarla. ¿Por qué no lo hacemos nosotros? ¿Quiénes? Los laicos más comprometidos, oportunamente preparados y entrenados para este ministerio.
– Visitas domiciliarias.
Algo se está haciendo en este aspecto, pero muy poco y sin un adecuado entrenamiento. Por lo general, no se visitan las casas de los que no son católicos. ¿Por qué? Por no sentirse preparados para entablar un diálogo con este tipo de personas. ¿Y qué pasa? Que, de todos modos, los católicos alejados presentan las mismas dudas y las mismas objeciones de los que ya se salieron de la Iglesia. ¿Qué hacer entonces? Prepararse adecuadamente para realizar visitas domiciliarias, estando capacitados para dialogar con todo tipo de gente: creyente y no creyente, católica o no católica. No se puede ir a la guerra, sin estar debidamente entrenados.
Además, para que las visitas domiciliarias sean provechosas, es oportuno programar los temas a tratar y llevar un control de los hogares que se están visitando con la gente que asiste a las charlas, hasta no lograr su completa integración a la vida parroquial. Claro que no todos aceptan las visitas con sus relativas enseñanzas. Y, entre los que aceptan, un porcentaje muy bajo llega a una verdadera conversión. De todos modos, se le hace la lucha. Algo es algo. Mejor poco que nada. Lo que importa, es avanzar.
Una reflexión: ¿Qué sería de la Iglesia el día en que los sacerdotes, los diáconos permanentes, los seminaristas, las religiosas y demás agentes de pastoral empezaran a hacer las visitas domiciliarias? Empezarían a bajar del quinto piso y a ver las cosas de una manera muy diferente. Sería el inicio de la grande revolución en la Iglesia, el rompimiento del paradigma actual para dar inicio a un nuevo paradigma.
– Misiones populares.
Con otro estilo, evidentemente, y con gente preparada para el caso, los misioneros parroquiales precisamente, en misión permanente. Podrán abarcar un barrio, una ciudad o parte de ella. Según las necesidades concretas, podrán participar solamente los misioneros del mismo territorio u otros de los territorios cercanos. Todo un estilo nuevo que hay que inventar e implantar dentro de la Iglesia con espíritu de optimismo y creatividad.
– Medios de comunicación masiva.
Otro enorme reto para la Iglesia. En realidad, no se trata simplemente e utilizar de vez en cuando la radio o la televisión para transmitir algún evento especial o contar con algún programa de radio o televisión para evangelizar. Se trata de toda una cultura de los medios de comunicación masiva, que falta en la Iglesia. Mientras la competencia no escatima ni dinero ni esfuerzo para aprovechar estos medios de comunicación masiva en orden a conquistar nuevos adeptos, nosotros seguimos invirtiendo nuestro dinero en salones, santuarios y templos para perennizar el nombre de tal o cual personaje eclesiástico, como si el dinero gastado en los medios de comunicación masiva corriera el riesgo de esfumarse en el aire.
Es que no creemos realmente en la evangelización, mucho menos en la receptividad de las masas en orden a un cambio de vida. Y seguimos perdiendo gente. El día en que nos decidamos a enfrentar con seriedad el problema de la evangelización de nuestras masas católicas, bautizadas pero no evangelizadas, todo empezará a cambiar, entrenando en su uso a nuestros pastores desde los años de seminario y decidiendo invertir en ellos buena parte del presupuesto.
– Actividades y situaciones diferentes.
Más la sociedad avanza y más compleja se hace la evangelización, teniendo en cuenta distintos aspectos:
– Lugares.
No es lo mismo trabajar en el campo, el pueblo, la ciudad o la grande metrópoli. Por lo tanto, es necesario preparar y ensayar diferentes programas de acción pastoral, teniendo en cuenta cada ambiente concreto.
– Áreas.
Tres áreas fundamentales: profética, litúrgica y social. Para cada una hay que establecer iniciativas particulares.
– Ambientes.
Campesinos, estudiantes, empleados, políticos, migrantes, enfermos, etc.
– Personas.
Niños, adolescentes, jóvenes, adultos y tercera edad.
– Preparación.
No basta invitar a la gente a evangelizar. Hay que prepararla primero. No hay que olvidarse del refrán latino: "Nemo dat quod non habet" (nadie da lo que no tiene). Primero prepararla y después enviarla. ¿Cómo prepararla? Mediante cursos a nivel parroquial e interparroquial, escuelas de evangelización y catequesis, institutos de teología para laicos, programas de teología a distancia, etc.
Lo importante es que puedan cintar con algún tipo de formación sistemática. En este aspecto, los apóstoles de la Palabra tenemos a disposición de los agentes de pastoral y los misioneros parroquiales dos iniciativas muy concretas: curso de evangelización y catequesis y curso de teología a distancia, alfo que ya se está practicando en nuestros centros de evangelización, abiertos para todos, y se puede fácilmente implantar en cualquier lugar. (Ver El Sacramento de la Reconciliación)
– Agentes de pastoral y Misioneros Parroquiales.
¿Cuál es la diferenta fundamental entre los agentes de pastoral en general y los misioneros parroquiales? Los primeros se dedican a cuidar a los católicos que de por sí acuden a la Iglesia, mientras los demás se dedican a buscar a los católicos alejados, tratando de integrarlos a la vida de la Iglesia.
¿De dónde sacar tanta gente para atender a las necesidades espirituales del mundo católico? Esencialmente de los movimientos apostólicos y eclesiales. Una vez que cuenten con un cierto nivel de vida cristiana, no es difícil el paso hacia la misión, actuando cada quien según el don recibido.
En esto consiste precisamente el papel de las asociaciones y los movimientos apostólicos y eclesiales: no vivir la fe al margen de la masa, sintiéndose superiores a los demás, sino en función de la masa, como levadura.
5.- Ministerio diversificado
Alguien podrá preguntar: "Todo esto parece muy bonito en el papel. En la práctica, ¿cómo es posible realizar todo esto, contando con tan pocos presbíteros, muchas veces ancianos y enfermos?" Respuesta: "Si para enfrentar todos los problemas de la pastoral queremos seguir contando solamente con los presbíteros, claro que no se puede. Por tanto, es necesario y urgente poder contar con otro tipo de agentes de pastoral, dedicados a la cura de almas". ¿Cómo? Vamos a ver.
– Con ordenación o sin ordenación.
No todo lo que concierne a la pastoral exige el ejercicio del orden sagrado. Hay muchas actividades que pueden ser realizadas por laicos: catequesis. Consejería, organización, economía, etc. Entonces, ¿por qué no echar mano de un grupo suficiente de laicos, para desempeñar en la Iglesia todas aquellas funciones que no exigen el ejercicio del sacramento del orden?
Claro, primero hay que seleccionarlos, prepararlos debidamente, acompañarlos y darles un verdadero status dentro de la Iglesia. No se trata de tomarlos así nomás y darles algún encargo, con la posibilidad de despedirlos en cualquier momento, a veces sin darles las gracias.
Aquí está el punctum dolens (el punto que duele). Y para enfrentar este problema son seriedad y sentido de responsabilidad, se prefiere a trabajar a solas, abandonando a su destino masas enteras de católicos, bajo cualquier pretexto.
– A tiempo completo y a tiempo limitado.
No todos ni siempre es necesario que trabajen a tiempo completo. Muchos podrán trabajar a tiempo limitado, todos los días o algún día a la semana. Todo depende de la situación concreta de cada agente de pastoral y luego el tipo de ministerio que se va a desempeñar.
– Con sueldo o sin sueldo.
Si se trata de una actividad esporádica o de poco compromiso, evidentemente no se necesitará ningún tipo de remuneración. Cuando, al contrario, se trata de un servicio constante, que supone una verdadera preparación y un verdadero compromiso, entonces será necesario hablar de remuneración, según el tiempo que se dedica al ministerio y el esfuerzo que implica.
En la práctica, se trata de algo que hay que inventar casi por completo, estando acostumbrados a pagar un sueldo casi exclusivamente a la secretaria, encargada de la oficina parroquial y al sacristán. Por lo que se refiera a los demás, gratis et amore Dei (gratuitamente y por el amor de Dios).
Ahora habría que pensar en un sueldo también para los demás agentes de pastoral, que desempeñan algún servicio en la parroquia. Si se trata de atender algún pueblo o sector, es posible que se sostenga con las limosnas que dé la gente u otras iniciativas que él mismo puede llevar a cabo. Es alfo que habría que decidir a nivel de consejo pastoral y de economía.
OBJECIONES
1.- Régimen de cristiandad
Este Plan da la impresión de ser un intento para regresar al antiguo régimen de cristiandad. ¿No sería mejor apostar por la competencia entre los distintos productores de bienes espirituales?
Una cosa es la competencia y otra cosa es la rendición o la traición. Los amigos de la competencia no necesitan nuestro permiso o apoyo para actuar. Ya lo hacen por su cuenta, con ganas de tenacidad, logrando éxitos que nunca se hubieran podido imaginar hace algunos años, debido precisamente a nuestra actitud irresponsable con relación al cuidado de nuestro rebaño.
2.- Diálogo ecuménico
Si se echa a andar este Plan, ¿no se corre el riesgo de perjudicar el diálogo ecuménico e interreligioso, que ya representa una de las más grandes conquistas de la Iglesia en estos últimos tiempos?
El diálogo ecuménico en interreligioso no consiste en entregar en una bandeja de plata nuestras masas católicas a otros grupos religiosos. Aunque en otras latitudes tiene su razón de ser, para nosotros es algo totalmente abstracto, que no va más allá de una pura ejercitación académica, sin ninguna relación con la realidad, una realidad desafiante, que no admite demora.
Además, representa uno de los efectos negativos del fenómeno de la globalización al interior de la Iglesia, olvidándose del principio "pensar globalmente y actuar localmente". En este caso parece que se esté actuando locamente.
3.- Punto de arranque
Poniendo en marcha este Plan, ¿ya se resuelve el problema de nuestras masas católicas alejadas?
No. Más que nada, este Plan representa el punto de arranque para tomar conciencia del problema y tratar de enfrentarlo seriamente. Una vez aclarado que no es correcto abandonar las masas católicas en las manos de los grupos proselitistas, no faltarán iniciativas para enfrentar con seriedad el problema de la evangelización de nuestras masas católicas, creando una nueva manera de ser Iglesia. Como siempre, es la misión que define el ritmo de Iglesia para cada tiempo y cada lugar.
4.- Y después, ¿qué?
Supongamos que algún día lográramos evangelizar nuestras masas alejadas. Y después, ¿qué? ¿Estaríamos en grado de atenderlas debidamente, teniendo en cuenta la escasez de ministros ordenados de que disponemos actualmente? ¿No sería justo evangelizarlas y después dejarlas sin una adecuada atención pastoral, especialmente por lo que se refiere al sacramento de la reconciliación y a la celebración eucarística?
Respuesta: la evangelización de las masas sin duda aportará nuevas vocaciones para el ministerio ordenado. De todos modos, el pertenecer a la Iglesia Católica representa una enorme ventaja con relación a la pertenencia a otras organizaciones religiosas. ¿O acaso un ministro de los grupos proselitistas puede dar más que cualquier agente de pastoral católico no ordenado?
CONCLUSIÓN
– Nuevo estilo eclesial
Sin duda, la evangelización y atención pastoral de nuestras masas católicas representan un enorme reto para la Iglesia y al mismo tiempo pone al descubierto grandes fallas presentes en su interior, que le impiden moverse con agilidad y actuar con eficacia. Es el momento de liberarse de muchas cargas inútiles a la insignia de la fidelidad al Evangelio.
Es tiempo de pasar de una visión filosófica y científica de la realidad a una visión de fe, arrancando siempre de la Palabra de Dios, vista a la luz de la experiencia bimilenaria de la Iglesia. Es tiempo de ver al hombre, no solamente en su aspecto intelectivo, sino en su totalidad, alma y cuerpo, inteligencia y corazón. Es tiempo de ser más prácticos en los planteamientos pastorales, poniendo todo sobre la mesa y pasando de un discurso puramente exhortativo a un discurso más organizativo con metas bien concretas y desafiantes.
Es tiempo de creer en el papel único e insustituible de Cristo en orden a la salvación del hombre, sin confundir el respeto, la tolerancia y el diálogo con la abdicación a nuestras prerrogativas y nuestros compromisos fundamentales. Es tiempo de regresar a los esencial en el ser y quehacer de la Iglesia, abandonando problemáticas, preocupaciones e intereses desviantes.
– Cambio epocal
La situación actual de la Iglesia y el mundo entero nos dan a entender que nos encontramos frente a un cambio epocal, no generacional como estábamos acostumbrados antes. En el mundo profano se habla de nueva era, con matices muy diferentes. En nuestro caso, al hablar de cambio epocal, queremos subrayar el hecho que, frente a la nueva situación que se ha ido creando, se necesita una verdadera reestructuración al interior de la Iglesia, que la libere de cargas inútiles y la ponga en grado de vivir el Evangelio en plenitud y lanzarse a la misión.
En realidad, para eso está la Iglesia. Desde el momento en que se nota que no puede cumplir con este cometido, hay que pensar seriamente en cambios profundos, que le permitan retomar aliento y ponerse en grado d responder a su vocación original con relación a sus miembros y a la sociedad entera.
Estas podrían ser algunas líneas de acción, que podrían desencadenar en la Iglesia un proceso de renovación general:
– Primacía de la Palabra de Dios.
Palabra de Dios para todos y para todo. Menos documentos oficiales y más Palabra de Dios. Los mismos documentos oficiales tendrían que privilegiar siempre la Palabra de Dios en el planteamiento de cualquier problema, encontrando en la misma Palabra su inspiración fundamental.
– Comunión y participación.
Menos clericalismo con acaparamiento de bienes y funciones y más protagonismo del laicado. Misma dignidad para todos los miembros del Pueblo de Dios, fundada en el mismo bautismo y la presencia del mismo Espíritu, evitando cualquier tipo de discriminación.
– Cuidado de la fe.
Debido al acoso constante de parte de otros grupos productores de bienes espirituales, será necesario de parte de los pastores de la Iglesia tener un cuidado especial para que el rebaño no se desvíe, cayendo en el indiferentismo religioso, el sincretismo o el abandono de la fe. Respeto y diálogo con todos, sí; complejo de inferioridad y abandono del rebaño en manos de otros pastores, no.
– Misión.
La Iglesia es misionera por naturaleza. En consecuencia, por ninguna razón, el aprecio que tiene por otras expresiones culturales y religiosas, le tiene que impedir el cumplimiento de su misión fundamental que consiste en "anunciar el Evangelio a todo criatura" (M 16, 15).
– Grito de alarma.
Estas breves reflexiones acerca de la suerte de nuestras masas de creyentes quieren presentar un grito de alarma para la conciencia de los responsables de la Iglesia y todo el pueblo de Dios. Que no se dejen engañar por los futurólogos sin fe. Que se vuelva a la perspectiva correcta centrada en la fe.
Seguirá aumentando el éxodo silencioso de nuestras masas hacia nuevas propuestas religiosas, cuyos méritos son exaltados con todos los medios posibles por los grupos proselitistas en un adán sin precedente por conquistar a cuanta más gente se le presente en su camino. Un día la Historia nos pedirá cuentas, por haber echado a perder masas enormes de católicos, que costaron sudores y sangre a millares y millares de misioneros y pastores de almas, que para atraerlas hacia el redil y cuidarlas no escatimaron ni tiempo ni esfuerzo.